Si no le gusta la política actual, cámbiela. Pero no hable mal de ella

por Sergio Micco A.

Soy un chileno que lee la prensa, ve televisión y escucha radio. Hago una vida social normal. Además analizo encuestas. Por lo que creo saber lo que ocurre entre nosotros. Pocos hablan de política y cuando lo hacen es para hablar pestes. La política es una plaga bíblica que hace salir sapos y culebras de las bocas de nuestros ciudadanos. Ser político es como ser un rufián. Las acusaciones son conocidas: "Los políticos se acuerdan de nosotros para las elecciones". "Esté quien esté en el poder, da lo mismo, todo sigue igual". "Los partidos políticos lo único que hacen es pelear por cargos que utilizan en su beneficio propio". La condena es tal que incluso hay políticos que se presentan a elecciones políticas, compitiendo por el poder político, apelando a su condición de anti-políticos.

Lo que ocurre es grave, muy grave. Ello pues, lector(a) de Primera Línea, al hablar mal de la política usted está aserruchando la rama en la que está sentado(a). Esa rama que pertenece al árbol de la sociedad se llama república democrática que supone una buena política, o sino se pudre y se rompe.

Sabemos que somos seres gregarios, que debemos vivir juntos. Si queremos educar a nuestros hijos, recurrimos a la escuela. Si uno de ellos se enferma hay que ir al hospital. La salvación de su alma recibe cuidado en la iglesia. Necesitamos de los demás para vivir y vivir bien ¿O usted se construyó su casa?

Y bueno, la señorita política irrumpe cuando nos topamos con la tragedia humana: somos libres y debemos vivir juntos. Pero no sabemos cuál es la mejor forma de organizarnos. Llevamos miles de años discutiendo y matándonos por esto. Heródoto, hace dos mil quinientos años, consignó este debate. En La Biblia los judíos discutieron si debían tener reyes, o seguir con sus jueces. Cuando nos damos cuenta que no somos rebaños de ovejas ni hatos de vacas, surge la constatación que somos distintos en intereses, opiniones y características. Que hay algo en nosotros que, como entre otros animales, nos atrae al líder fuerte que ordena, pero que la experiencia nos demuestra que esa solución se transforma en pesadilla. Que los bienes son escasos y las necesidades múltiples. ¿Cómo generarlos? ¿Cómo repartirlos? ¿Quién, cómo, cuando y qué se decide?

Y surgen dos vías para organizarnos. La primera es la violencia. Uno decide, el fuerte, y los demás deben obedecer. La segunda es la política. Todos participan, deliberan y si no hay acuerdo, se vota.

Por cierto siempre habrán conflictos y la tentación de resolverlos por la fuerza siempre estará presente. Philippe Delmas, un historiador francés, lo ha señalado con claridad: "Durante el siglo XVI Europa sólo conoció diez años de paz; cuatro en el XVII, y dieciséis en el XVIII. De 1500 a 1800, en trescientos años, Europa pasó doscientos sesenta en guerra, con una nueva cada tres años . Las dos guerras mundiales, vecinas cercanas, causaron cien millones de muertos, de los cuales sesenta eran civiles. Las revoluciones rusa y china agregaron, por parte baja, cincuenta millones y un número creciente de historiadores estima la cifra en más del doble".

Las Naciones Unidades han calculado en 1200 millones de personas las muertas en guerras desde que tenemos historia escrita.

Los latinoamericanos lo sabemos bien. Cuando fracasa la política democrática que se funda en la voz y en los votos, son la violencia y las balas las que la reemplazan.

Cuando el conflicto entre el Presidente Balmaceda y el Congreso Nacional llegó al paroxismo se desató la guerra civil. Más de diez mil muertos quedaron en los campos de batalla y en las ciudades saqueadas. De un Chile alrededor de dos millones de habitantes. Y la "Estrella de Chile se apagó en 1891".

En 1973 el diálogo se hizo imposible y dejamos de sentirnos todos chilenos. La idea de una solución quirúrgica empezó a rondar por las mentes de muchos, de demasiados. Y las balas reemplazaron a los votos. El saldo es estremecedor. Una tradición democrática única en el mundo destruida.

Hasta hoy se nos conoce por el General Pinochet. Y no para bien, como lo advirtieron los parlamentarios de Derecha en Londres. Cientos de miles de exiliados, decenas de miles de torturados, miles de muertos. Al poder militar se sumó la ideología de economistas neoliberales que aplicaron su modelo a raja tabla. Llegamos a casi un 45% de pobreza. ¿Se acuerda? Porque desde los tiempos de Platón los poderosos se alían con "expertos" que dicen conocer las leyes que rigen la sociedad y que, por ello, los ignorantes deben callar y ellos mandar. Stalin, asesorado por insignes economistas, llegó a la conclusión que había que industrializar el país y bueno ... fue una lástima para millones de campesinos rusos que se murieron literalmente de hambre.

Sobreseimiento a favor de Augusto Pinochet. Que el dolor de este fallo no nos haga olvidar que cuando fracasó la política democrática la violencia cubrió Chile durante diez y siete años. Y durante esos años Augusto Pinochet no sólo no era juzgado, sino que era un implacable juez que tomaba decisiones por millones de súbditos y las aplicaba con puño de hierro. No ciertamente como un anciano enfermo.

Lector (a), no hable mal de la política democrática. No vaya a ser cosa que ese discurso termine favoreciendo a los otros, a los violentos que cuando se sienten poderosos, no dudan en oprimir. Y si no le gustan los políticos actuales, inscríbase en los registros electorales, vote, participe y cámbielos. A los candidatos que pierden nada malo les ocurre. No les cortan la cabeza ni le quitan sus bienes. Simplemente pierden y se retiran a su hogar y vuelven a su profesión. Porque la política no es la guerra.

No permita que nos privaticen la política, nos quiten nuestros partidos, nos arrebaten la República y hagan de la democracia un juego de unos pocos. Que nadie tome las decisiones por usted. Y si no está conforme con lo que ocurre hoy, más que quejarse, únase a los otros y participe democráticamente.