El Modelo, sus Críticos y la Refutación de la Realidad

por José Joaquín Brunner

Cuando la economía se deprime, como ocurre periódicamente durante los ciclos bajos —afectándose con ello el crecimiento, el empleo y el consumo— los críticos que razonan desde la izquierda se sienten fortalecidos. Sin ir tan lejos como anunciar el desplome del capitalismo, se preguntan si acaso no sería necesario plantearse la pregunta de si lo que falla “es el modelo de desarrollo”.

De esa manera se interroga Tomás Moulian, por ejemplo, junto con agregar —al correr de la pluma— que después de diez años, en virtud de dicho modelo, “la equidad se muestra cada vez más esquiva” en nuestro país.

Cuando una economía está en medio de una recesión —o bien entrando a ella o aún sin salir enteramente— ese tipo de crítica suele proliferar. Tal estratagema argumental no puede esconder sus flaquezas, sin embargo. Es como evaluar negativamente el estado de salud permanente de una persona a partir de un período ocasional de enfermedad.

Si se desea tener un cuadro menos sesgado del funcionamiento del modelo —y de sus efectos sobre la equidad social— conviene tomar una perspectiva de tiempo más larga y no presumir que el mundo es como se mira desde la depresión.

Antes de hacerlo, un breve paréntesis. ¿En qué consiste el famoso modelo? La verdad es que se habla de él sin precisar sus contornos y contenidos. Para los jueces que se reivindican de izquierda, el modelo parece ser algo así como el sistema; o sea, el capitalismo, sólo que circunscrito a su versión criolla tal como se inauguró bajo el régimen de Pinochet y seguiría desarrollándose hasta ahora, administrado por la Concertación.

Tal visión estructuralista, abstracta, inamovible y esencialista del modelo facilita su crítica pero, a la vez, le resta solidez y precisión a ésta. ¿Por qué? Sencillamente, porque confunde el plano de las políticas y estrategias de desarrollo con la llamada lógica del sistema, atribuyendo a aquéllas lo que son efectos del funcionamiento del capitalismo.

A su vez, tal maniobra retórica permite al crítico de izquierdas sortear cualquier dato de la realidad, escabullendo el análisis de los resultados que traen consigo las estrategias y políticas gubernamentales.

¿Y qué muestran dichos resultados? Lo que muestran es algo completamente opuesto a lo que pregonan los críticos anti-sistema (y suelen sostener los grupos auto-flagelantes de la propia Concertación). Así se desprende con claridad del interesante estudio recién publicado por Hardy y Morris de la Fundación Chile XXI.

Primero, se establece allí que los pobres han pasado de cinco a tres millones durante la década pasada, habiendo disminuido los indigentes a la mitad prácticamente. ¿Cuáles segmentos de la población pobre se vieron más favorecidos durante ese período? Dos en particular: los adultos mayores de 65 años y los niños y jóvenes hasta los 18 años, segmento este último en que casi un 60% salió de la extrema pobreza, proporcionalmente más que todos los restantes grupos de edad. Luego, el crecimiento ha sido acompañado con mayor equidad y no al revez, como podría desprenderse de ciertos alegatos que fustigan a la Concertación.

Segundo, el famoso modelo (entendido como una estrategia de desarrollo nacional impulsada durante la década de los ’90) aumentó netamente el gasto social, el cual pasó de representar el 12,9% del PIB en 1990 a un 15,4% el año 2000. Este mayor esfuerzo público permitió elevar considerablemente el gasto en educación y salud en favor de los sectores de menores ingresos. De modo que también en estos aspectos cruciales, la equidad se acentuó en vez de volverse más esquiva.

Tercero, el estudio de Hardy y Morris revela que, incluso en el ámbito de la cultura, donde supuestamente el modelo tendería a producir sus efectos más perversos y destructivos, casi todos los indicadores relevantes han ido en alza. Por ejemplo:

· Las familias gastaban el año 1998 un 38% más de sus ingresos en recreación que el año 1988 · Las salas de cine aumentaron en un 35% durante el mismo período · El público asistente al teatro se incrementó en más de un 100% entre 1989 y 1999 Lo mismo vale para el público de recitales y conciertos. · Las publicaciones se multiplicaron por siete veces en once años, pasando de 337 a 2.422 títulos entre 1989 y 2000. ¿Corresponde ese notable incremento a obras de escaso valor intelectual exclusivamente? No, pues el sector que concentra la mayor producción de la década es el de las ciencias sociales (en sentido lato), seguido de los sectores de literatura y ciencias aplicadas · Prácticamente todos los hogares de Chile tienen ahora uno o más televisores (casi todos a color); cerca de 2 millones de hogares poseen un videograbador; un 34% del total de hogares accede a la televisión por cable y en uno de cada cinco hay por lo menos un computador.

En suma, la estrategia de desarrollo impulsada por los sucesivos gobiernos de la Concertación —con Aylwin, Frei y Lagos— no sólo dio un fuerte envión al crecimiento de la economía (en realidad, Chile multiplicó por dos su economía en 10 años) sino que, además, volvió más equitativo el desarrollo, elevó de manera significativa la inversión en la gente y generó una interesante ampliación de los derechos ciudadanos en el ámbito de la cultura.

Luego, no tienen razón los críticos cuando, como hace Moulian, insisten en ver al país solamente desde la depresión. O bien cuando, con ánimo ligero, pasan por encima de los resultados obtenidos por una estrategia de desarrollo razonablemente exitosa, para detenerse sólo en aquellos factores negativos e injustos que el capitalismo genera junto con su propio desenvolvimiento.