Contra la globalización neo-liberal

por Manuel Antonio Garretón

Vale la pena comparar las luchas y debates en torno a la globalización y los movimientos de rebeldía frente a ella, especialmente, el llamado movimiento "anti-globalización", con lo ocurrido en los albores de la sociedad industrial y el capitalismo y su evolución posterior. De paso, vale señalar la paradoja de Marx, quien cometió grandes errores al analizar y predecir la sociedad capitalista que conocía, pero que al predecir esquemáticamente el capitalismo a escala mundial - que no conocía- tuvo una lucidez enorme: los rasgos centrales de lo que hoy llamamos globalización.

En efecto, en el nacimiento de la sociedad industrial no se conocía otra manera de hacerla que el capitalismo, de modo que la reacción contra los efectos perversos de éste se confundía necesariamente con la lucha contra lo propio de la sociedad industrial. De esta identidad entre industrialismo y capitalismo surgen dos reacciones iniciales contrarias: el socialismo utópico y la resistencia y destrucción de las máquinas.

Con posterioridad, y ése será el valor, entre otros, del marxismo, se disociarán ambas dimensiones: el movimiento obrero asumirá la condición industrial como el modo de vida social a desarrollar, pero exigirá la reforma o la transformación radical del capitalismo, y el socialismo mostrará cómo es posible hacer una sociedad industrial con otra forma de organización económica y social.

Luego, los movimientos sociales por la democracia social y política obligarán al reconocimiento de derechos al mundo afectado por el capitalismo industrial - trabajadores, pobres, excluidos- y a la participación de la sociedad en las decisiones públicas en una determinada sociedad - ciudadanía -. Hoy a nadie se le ocurriría identificar la revolución industrial y la sociedad que le siguió con el capitalismo, aunque en muchos casos históricos convergieran ambas dimensiones.

Del mismo modo, la globalización entendida como interpenetración a escala mundial de economías, culturas y decisiones políticas que atraviesan los Estados nacionales, pareciera ser un fenómeno irreversible, como lo fue el industrialismo. Pero de nuevo, ella parece asociada a un tipo particular de dominación capitalista, esta vez el neo-liberalismo. Y por ello las luchas contra el neo-liberalismo se confunden con las luchas contra la globalización.

Del mismo modo que en el nacimiento de la sociedad industrial, hay posiciones utópicas y resistencias y luchas concretas, que mezclan violencia y pacifismo, pero una ausencia de proyecto o alternativa global coherente. Ello es inevitable y no puede ser eso lo que lleve a descartar este movimiento. Por el contrario, sus resistencias y luchas, a veces arcaicas y tradicionales, apuntan al lugar correcto - lucha contra el modo cómo el mundo se globaliza, el neo-liberalismo- pero con un discurso ambiguo: lucha contra la globalización.

De modo que el futuro del movimiento va a depender, de la capacidad de separar la dimensión globalización de su eje neo-liberal. Y ello supone, en primer lugar, fortalecer los Estados y las democracias nacionales, con su dimensión local y regional, y las formas supra nacionales de organización política a niveles continentales y mundial. La justicia internacional es una prueba de ello. Sin gobiernos representativos y participativos fuertes en todos estos niveles, la globalización seguirá avanzando, pero en su dimensión desigualizante y destructora.

Sólo con comunidades locales organizadas, Estados sólidos e integrados en bloques podrá pensarse en gobiernos y ciudadanías democráticas mundiales. Y ello es lo que le falta a la globalización neo-liberal, por lo que deja todo el proceso a merced de los poderes fácticos.

Hay que recordar que lo que transformó el capitalismo liberal y la sociedad industrial misma fue la existencia de un movimiento social, que en ese momento fue el movimiento obrero, la democracia social y política a nivel de los Estados y las luchas que forzaron a los poderes dominantes a aceptar la intervención y regulación estatales en la economía y la participación ciudadana y política en las decisiones públicas colectivas.

Precisamente la lucha democrática en todos los niveles es la que puede permitir el control de los poderes fácticos. Y es por ello que el movimiento anti-globalización deberá politizarse en los diversos niveles (local, país, bloque regional, mundial), lo que significa dar una orientación general a las luchas de los diversos movimientos e identidades sociales sin alterar su diversidad. Para ello habrá que aceptar que el alternativismo debe combinarse con la inserción en las luchas políticas institucionales en todos esos niveles.