EXPECTATIVAS: La Esperanza Tuerta

Que bajan, que suben, que se deprimen o se estancan. Todos están pendientes de las expectativas económicas. Una noción resbaladiza que enfrenta el seco mundo de las cifras económicas con el viscoso ámbito de la irracionalidad humana.

Por Oscar Contardo

Tal y como el concepto "Faúndez" causó furor en épocas pre-eleccionarias, lo que se lleva ahora es hablar de "expectativas". Desplazando las discusiones sobre Nueva Economía (así, con mayúsculas y con el fenómeno puntocom de subtítulo), la palabra "expectativa" rebasa discursos y es motivo de disquisiciones. Que están deprimidas o en vías de estarlo, que hay que subirlas, elevarlas, darles tratamiento de shock o abofetearlas para que despierten. Todo en boca de quienes saben: Economistas, empresarios y políticos. En ese orden.

Al ciudadano común no le queda más que suponer que el significado de la palabreja va más allá de la noción corriente. Pero es en el terreno en donde lo técnico emerge, el lugar en donde las dudas surgen. El lenguaje de la economía al que estamos acostumbrados usualmente no evoca el psicologismo de las expectativas. Tampoco se puede hablar de su tasa de crecimiento, no hay cifras, parece amorfa e invisible, pero muy útil de echarle mano a la hora de hablar de la actualidad económica. Un asunto que ya inquietaba a Keynes pero que recién en los últimos 20 años se le ha hincado el diente.

LA MADRE DE LA NOVIA

En 1923, un húngaro-estadounidense de nombre George Katona publicó un trabajo en el que afirmaba que la inflación era "la manifestación de una histeria de masas". Llamativo diagnóstico de uno de los pioneros en una disciplina con pocos adeptos en Chile: la psicología económica. El psicólogo Carlos Descuvieres ("Psicología económica", Editorial Universitaria) explica que Katona desarrolló la noción de expectativas en el ámbito de las políticas públicas norteamericanas a través de las encuestas nacionales. "Katona llamó expectativas a todos aquellos ámbitos de la subjetividad de los agentes económicos que influyen en su comportamiento y sus decisiones". Todo un cajón de sastre en el que se pueden incluir todos esos factores que hacen que el individuo común actúe en materia económica no todo lo racionalmente que se espera.

A este viscoso panorama ya se había enfrentado Keynes, quien en su "A tratise of probability" desarrolló una teoría axiomática sobre la formación de probabilidades y expectativas. El economista Sebastián Edwards explica que en su "Teoría general" Keynes postulaba que el nivel de empleo en la economía "está influido por las expectativas que los empresarios tienen sobre el nivel de ventas futuro".

Edwards sostiene que para Keynes el tratamiento del tema nunca fue fácil, y que en el capítulo 5 de su "Teoría General" reconoció que una de las razones por las que le tomó tanto tiempo escribir el libro era lo trabajoso que resultaba darle un tratamiento satisfactorio al tema de las expectativas. Finalmente abordaría el asunto desde la perspectiva de cómo los individuos revisan sus expectativas, concluyendo que es un proceso lento, en donde la experiencia del pasado reciente juega un rol importante.

Una de las razones para que el tema sea tan importante es que muchas o la mayoría de las decisiones económicas que uno tome implican consecuencias que uno tendría que sufrir necesariamente, "la misma lógica que utilizan los jóvenes italianos que insisten en conocer a sus futuras suegras, para formarse una idea del porvenir que tendrán sus novias", ilustra el economista de la UCLA.

Esta concepción de que las expectativas cambian lentamente y son muy vulnerables al pasado reciente fue dominante hasta principios de los 70 y técnicamente recibió el nombre de "expectativas adaptativas".

Entre 1970 y 1980 se produjo una revolución con la idea de las Expectativas Racionales, formulada por Robert Lucas, quien en 1995 recibiría el Nobel gracias a su idea.

EL NOBEL

Cuando en 1995 la Academia Sueca anunció que el profesor Lucas era el ganador del Nobel de ese año, el Wall Street Journal lo presentó al público lego como el hombre "cuyas teorías económicas dan al individuo común mucha más influencia sobre las políticas que los planificadores centrales". Mucho menos vendendora es la explicación que da el economista Jorge Rivera sobre el modelo de Lucas. "Lo que hace es incorporar de manera más explícita las posibilidades erráticas en la toma de decisiones del individuo".
Así las expectativas en el modelo de Lucas se forman mirando hacia el futuro, usando toda la información disponible y utilizando un esquema mental que actúa como si los individuos realmente entendieran el funcionamiento de la economía y la sociedad. "En la medida que la información es incompleta, las expectativas racionales serán formadas con información incompleta. Que sean racionales no significa entonces que sean acertadas. En promedio sí lo serán, pero no individualmente", explica Sebastián Edwards.

Este modelo es una aproximación que no puede dar cuenta de toda la complejidad del comportamiento humano, pero sí despeja un poco la nebulosa. Es posible que un día nublado deprima a la gente y afecte la productividad o la toma de decisiones, pero un análisis económico no puede considerar el día nublado. Lo que sí se ha estado considerando en la última década es la noción de "profecía autocumplida". Por esto entendemos algo que termina sucediendo a fuerza de que mucha gente cree que va a pasar.

"Si mucha gente cree que habrá una crisis en Argentina, sacará su dinero del país. Este acto finalmente generará una crisis", explica Edwards. Un último foco de desarrollo del tema de las expectativas ha sido el de la Racionalidad Acotada o Bounded rationality que postula algo que puede sonar lógico pero que en economía es una novedad: las personas no son del todo racionales, "y se dejan impresionar por modas, manías u horóscopos", como bien ilustra Sebastián Edwards. Esta teoría se acerca más a cómo actúa la gente en la vida real y podría aproximarnos a una explicación científica de por qué si se bajan las tasas de interés, la gente no va corriendo a consumir como lo esperaría un economista. Definitivamente las expectativas del individuo pueden estar mol-dadas por un asunto tan accidental como un vecino cesante, realidad que lo frena a actuar de la manera "técnicamente" adecuada, sostiene el psicólogo Carlos Descouvieres.

DEL CIELO AL SUELO

Quizás el origen de la manía por las expectativas pueda tener fecha de origen en marzo del 2000. Las ambiciosas perspectivas del nuevo gobierno que contagiaron a la ciudadanía. En las encuestas la población aparecía optimista, pese a que lo que transmitían los medios no era del todo halagüeño: Los salarios no estaban subiendo y había escepticismo en algunos sectores. Pero el mensaje de los 200 mil em-pleos, de un país desarrollado para el 2010 era más seductor. El remedio para el optimismo demoraría poco menos de un año y con él vendría el bajón de las expectativas. Una lectura del fenómeno tiene que ver mucho con una clase media que vio que el crecimiento económico le trajo bienestar. Una idea fraguada por Tironi y Cavallo y encarnada en el arquetípico Faúndez que casi le dio el triunfo a Lavín y que a su vez refleja cómo un modelo económico transformó las expectativas del chileno medio. Carlos Descouvieres explica que por expectativas en el ámbito psicológico incluye elementos como las esperanzas o las representaciones que la persona se hace de los asuntos que le conciernen en cuanto ciudadano económico.

Obviamente que esta representación será distinta si se vive en un país con una economía cerrada en donde el Estado es el gran empresario, la salud y la educación gratuita que en uno en donde es el mercado el centro del sistema. Un chileno de 60 años pasó por esos dos sistemas. En el primero extendido desde la década del 30 hasta los 70 en el que nadie se esmeraba por cambiar el auto cada año y en el que "la población era más pareja en términos de ingreso". En aquel entonces el efecto demostración - esperar mejorar el nivel de vida u obtener más y mejores bienes- no tenía la relevancia que tiene actualmente para la clase media, sostiene Descuvieres. Esta visión de cambio histórico es otra manera de abordar el tema de las expectativas vinculando de manera más efectiva la realidad individual de la realidad más amplia o "estructural". Algo que desde un enfoque economicista es más complejo.

Otro elemento a considerar es que en Chile se habla de que la macroeconomía anda bien y que los problemas de expectativas se dan en el ámbito de la microeconomía, un espacio donde las decisiones individuales son esenciales. Una distinción algo dificil de enteder para el ciudadano común. Mal que mal son parte de un todo. Sólo que en este caso el todo no es igual a la suma de las partes.

"La macroeconomía y la microeconomía están tradicionalmente divididas. Son modelos distintos para explicar fenómenos que están relacionados", explica el economista Jorge Rivera. No hay ningún fundamento de la microeconomía en la macroeconomía, porque el comportamiento del individuo es muy complejo para predecir a partir de él comportamientos de estructuras mayores. Asimismo, los modelos macroeconómicos son un conjunto de modelos relativamente conectados, pero por lo general dispersos, mientras que la microeconomía es una teoría mucho más cerrada. El vínculo entre unos y otros es un problema abierto. "Es como un coro, una cosa es cómo funciona el conjunto y otra cómo lo hace cada uno de los cantantes", ilustra Rivera.

DESEO Y DECEPCIÓN

Frei Montalva prometió que al cabo de 30 años de gobierno democratacristiano Chile sería una nación desarrollada.Pinochet tras el triunfo del plebiscito del 80 fue más concreto y dijo que para el 88 uno de cada siete chilenos tendría auto y uno de cada cinco, teléfono. Ricardo Lagos a poco asumir como Presidente dijo que para el 2010 Santiago sería la capital de un país de los grandes. En menos de un año el plazo se alargó para el 2020. Expectativas y anuncios de un futuro mejor que se frustran a poco andar no es nada nuevo para los chilenos. El economista Harald Beyer recuerda para ilustrar la historia de frustraciones basta con recordar "Chile un caso de desarrollo frustrado", de Aníbal Pinto, o dos obras con el mismo título "De nuestra inferioridad económica", la primera de 1886, escrita por Zorobabel Rodríguez, y la segunda y más conocida de 1911, escrita por Francisco Antonio Encina.

Un consuelo es que la noción de crecimiento económico es un asunto relativamente reciente en la historia. El autor de la teoría de las expectativas racionales, Robert Lucas, explica que hasta el año 1750 ninguna sociedad había experimentado un crecimiento sostenido en su ingreso per cápita. De hecho desde 1960 a 1995 el crecimiento económico había sido de 4 por ciento en tanto que en todo el siglo XVIII fue de menos de un uno por ciento. Si el crecimiento es algo nuevo, el concepto de desarrollo sostenido lo es aún más. Es una idea que sólo cobró fuerza tras la Segunda Guerra Mundial. Fue en la posguerra cuando comenzaron a surgir términos como "país desarrollado", "subdesarrollado", "industrializado" o en "vías de desarrollo". Como sea, actualmente se considera como el umbral del desarrollo los 10 mil dólares de ingreso per cápita. Chile está en la mitad. Habrá que seguir poniéndole el hombro.

ESPERANDO A GODOT

Haga la prueba. Busque una entrevista a algún personaje que hable de la situación económica actual,y si la palabra expectativa no aparece quiere decir o que el personaje está aburrido de hablar de lo mismo o que le interesa más la boda de la Bolocco.

"La inversión está ausente y es porque las expectativas están dañadas". Francisco Prat, senador UDI a Estrategia, 29 de febrero.

"Es necesario un golpe a las expectativas". Jorge Schaulsohn a Estrategia, 9 de abril

"Es muy difícil que el tema de las expectativas se supere en el corto plazo". Antonio Recabarren, director de Larraín Vial a Qué Pasa, 7 de abril.

"Chile requiere un tratamiento de shock a las expectativas que modifique sustancialmente el estado de ánimo pesismista que nos invade". Andrés Allamand en La Tercera, 18 de marzo.

"El Gobierno debe tomar medidas que eviten que las expectativas sigan deteriorándose". Patricio Rojas, decano de Economía de la Universidad Finis Terrae a Qué Pasa, 7 de abril.

"La expectativa de quepodríamos volver a crecer al 6 o 7 por ciento resulta una idea ingenua". Carlos Ominami a El Mercurio, 13 de abril.

"Se ha señalado que una de las causas básicas de la actual falta de dinamismo que experimenta la economía chilena se encuentra en un problema de expectativas". Francisco Rosende a El Mercurio, 10 de abril.

"La política monetaria no es hoy el instrumento adecuado para resolver el problema de las expectativas y la reactivación". Hernán Hochschild, presidente de la Sonami a Estrategia, 12 de abril.

"Tarde o temprano el Gobierno ha de darse cuenta de que las buenas noticias y las expectativas favorables no se decretan, que las señales no son buenas sólo porque las da la autoridad". Fernando Díaz, profesor de Economía Universidad de los Andes para El Mercurio.

"Las expectativas quedaron muy dañadas por la recesión del 99". Juan Andrés Fontaine a La Tercera, 2 de abril.