Acuerdos y desacuerdos con Moulian

por José Joaquín Brunner

En polémicas de largo aliento como la que llevamos con Tomás Moulian conviene, cada cierto tiempo, recapitular los puntos de acuerdo de modo de comprobar si se ensanchan o reducen.

Por mi parte, constato con interés -y, confieso, con una pizca de sorpresa- que más allá del normal uso de los expedientes dialécticos y las artes retóricas, existen entre nosotros varios puntos de convergencia y contacto. Enumero algunos, sin ningún orden especial, usando en lo posible el lenguaje de mi contradictor:

· Ser de izquierda no es una esencia fijada o cristalizada para siempre. (Por ahí fue, precisamente, que empezamos este intercambio. Se trataba de saber en qué consistía ser de izquierda hoy. Ahora sabemos, al menos, que es algo mutante y que como cualquier organismo vivo debe adaptarse a nuevos entornos y circunstancias. No es una identidad en sí, atemporal y semejante a una esencia, sino algo que se construye con la historia y mirando hacia adelante).

· Las políticas que proporcionaron la identidad de la izquierda del siglo XX representan hoy reminiscencias y nostalgias. (Supongo que es eso lo que se le critica a Escalona; hacer una política “evocativa” en desmedro de sus aliados de hoy y sus responsabilidades con el Gobierno y la Concertación).

· El socialismo está en crisis en la mayoría de las sociedades en que existía (y ha desaparecido sin dejar huella tras de sí, agrego yo. No veo en realidad dónde sobrevive, incluso en crisis, salvo quizá en Cuba y en Corea del Norte. Pero, ¿por qué continuar llamando socialistas a esos regímenes que son nada más que formas más o menos exacerbadas de totalitarismo político con economías rudimentarias controladas por la nomenclatura del partido?

· En particular, el socialismo surgido de la gran revolución de octubre sucumbió sin pena ni gloria (¡no podría yo haberlo puesto más vivamente que Tomás!)

· La política socialdemócrata clásica está en jaque pues casi nadie la practica (para mí es otro signo de la “muerte del socialismo”, incluso de sus formas epigonales)

·Los proyectos políticos deben ser postulados sólo como opciones por valores y no sobre la base de una teoría de la historia. (Estoy de acuerdo e invito a Moulian a reflexionar sobre las consecuencias de esa afirmación, ¡alas!, propiamente posmoderna...)

· No es posible pronosticar la muerte del capitalismo (claro que no; hacerlo sería repetir el error de Marx y de varios otros a lo largo de 200 años. En cambio, sí parece posible constatar la muerte del socialismo, pues ahí se actúa con información y pruebas sobre el pasado, no con adivinanzas de lo que habrá de venir)

· La pobreza y el hambre no han sido resueltos por el capitalismo (aunque, en realidad, sería más interesante constatar si acaso con el capitalismo aumentan o disminuyen. Ya habrá oportunidad más adelante para conversar sobre eso)

· Lo que define hoy el ser de izquierda es la búsqueda incesante de una democracia radical, en que las finalidades y los valores no se totalizan y están abiertos a la deliberación pública (¡de acuerdo!)

· En una democracia participativa, los ámbitos en que los ciudadanos deciden deben ampliarse (¡de acuerdo!)

· En suma, el centro del problema consiste en argumentar sobre las posibilidades de conseguir equidad creciente (democracia económica) y participación ciudadana (democracia política) en los marcos de la globalización capitalista (¡exactamente!, de eso se trata ahora).

Debo reconocer que no es insignificante la zona demarcada por estos puntos de convergencia y contacto. Nos ponen a ambos, creo yo, dentro de una red común, o al menos parecida, de preocupaciones y tópicos y en una similar frecuencia de búsqueda.

Obviamente, hay toda otra región (no cartografiada aquí) en que no estamos de acuerdo Moulian y yo. Sobre todo -me parece- cuando los argumentos ya bien se elevan al terreno más conceptual o bien, en el polo opuesto, se aproximan a la pista de aterrizaje y es necesario formular estrategias y decidir procedimientos. Por ejemplo, no comparto la propuesta de Moulian de que las luchas deben orientarse contra la globalización capitalista (¡el síndrome de Génova!), aunque bien podríamos estar juntos tras la idea -que él sugiere- de combatir nuestra inserción subordinada (como país) en ese mundo global.

Ahora bien, si hay acuerdo en que debe buscarse una inserción no-subordinada al mundo globalizado (pero inserción al fin), y hay acuerdo también en que ese mundo globalizado funciona en torno a mercados y sobre la base del capitalismo (cosa que nadie discute), entonces, efectivamente, estamos al inicio de una perspectiva de neo-izquierda. Es decir, un enfoque donde lo que se busca, dentro de esos parámetros dados del sistema mundial, son posibilidades para conseguir equidad creciente y creciente participación ciudadana.

Dicho en otras palabras: Moulian llega, por un camino largo e incómodo, más exasperado e inconforme, más tortuoso y (quizá, a pesar de todo) virtuoso, al mismísimo punto donde antes arribó Giddens, o desde donde arranca la Tercera Vía, o donde hoy se encuentra el PSOE de Rodríguez Zapatero con su Congreso Ideológico.

Es el punto de la izquierda-post.

Punto que conlleva, precisamente, la pregunta sobre cómo un país -en este caso Chile- se hace parte de la globalización sin quedar sometido a la lógica expansiva de la brecha de ingresos, tecnológica y de formas de vida. Y cómo, para eso, asegura un rápido crecimiento de su economía y una mayor cohesión social. Y, tercero, cómo, a partir de ahí, logra ensanchar las formas de participación de la gente, incluso en esferas no propiamente políticas pero igualmente decisivas, tales como educación, consumo, ocio, etc.

Es probable que cuando nos pongamos a responder este tipo de interrogantes vuelvan a aparecer las diferencias y desacuerdos, hoy aparentemente puestos en un segundo plano. Pero, si he entendido bien a Moulian, en ese momento ya no estaremos discutiendo sobre qué es ser de izquierda, como hasta aquí, sino a partir de una tradición (de izquierda) que está dispuesta a romper consigo misma para poder avanzar.