Observaciones sobre partido y praxis política

por Manuel Gárate Ch.

Indice

-Introducción

-Lenin y el concepto de partido vanguardia

-Lukács: La justificación teórica de un dogma

-Conclusiones


Introducción.

Políticamente, la importancia del Partido Comunista en el marxismo ortodoxo ha sido tratada por numerosos autores, tanto desde el punto de vista crítico, como también estratégico (es decir, las tácticas para controlar el Estado). Sin embargo, sociológica e históricamente existen diversos factores que permitieron (sobre todo en el siglo XX) que la idea del Partido "infalible" alcanzara el status de un dogma, especialmente para quienes se consideraban fieles herederos del legado de Marx, pero -en especial- de la revolución bolchevique que dio origen al Estado Soviético.

Los increíbles sucesos de 1917 en el país eslavo, sus transformaciones radicales en la sociedad y la economía, pero sobre todo el temor al fascismo, hicieron que muchos intelectuales de occidente defendieran a ultranza este modelo de revolución, incluso conociendo las políticas despóticas y autoritarias del período stalinista. En la disyuntiva de Civilización contra Barbarie, que se vivía en el período de entreguerras, el modelo soviético se convirtió -para muchos- en la única tabla de salvación frente a una democracia decadente que permitía el surgimiento de movimientos fascistas de ultraderecha. Por tanto, si en el único país donde la revolución marxista había tenido éxito era gracias al modelo de Partido de revolucionarios profesionales creado por Lenin, los marxistas ortodoxos del mundo vieron en éste la única alternativa viable para la revolución proletaria. Pasaban así a segundo plano las soluciones socialdemócratas o anarquistas, pues habían demostrado su fracaso -en hacer la revolución- durante el período inmediatamente posterior a la primera guerra mundial.

En la mayor parte de los países de Europa se organizaron partidos comunistas según el modelo de Lenin, y especialmente observantes de las directrices del Partido Comunista Soviético. La lectura del marxismo de hizo unívoca y autorreferente a las denominadas necesidades "históricas" de estos partidos, y especialmente de la política exterior de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Desde el punto de vista de este trabajo, la importancia del Partido Comunista -en el marxismo- será tratada desde dos aspectos diferentes. En primer lugar, se analizará la justificación práctica de su existencia por medio de las ideas de Lenin, es decir, como explica su éxito en el caso de la revolución rusa y la construcción del Estado Soviético. En segundo lugar -y creo yo más importante- se analizará la explicación filosófica a la infalibilidad y totalidad del Partido Comunista como vanguardia del proletariado. En este segundo punto nos remitiremos especialmente al pensador marxista húngaro György Lukács, quien representa -quizás- la única elaboración teórica del período stalinista respecto de la entrega total del individuo a las necesidades de la organización revolucionaria (el Partido Comunista), incluso a riesgo de su propia anulación como intelectual. Se tratará ,especialmente, la visión de este autor sobre el marxismo como una visión de totalidad, ajena a todo cientificismo objetivista, el cual se aprende y aprehende como una verdad revelada y únicamente por la interpretación que el partido hace de ella. Seguramente, es este el punto donde la idea del Partido Comunista adquiere una preponderancia incuestionable en el desarrollo de pensamiento marxista a lo largo del siglo XX.

 

Lenin y el concepto de partido vanguardia.

Lenin plantea, por primera vez, el tema de la organización del partido en 1902, por medio del periódico Iskra (chispa), donde atacaba especialmente al espontaneísmo y al sindicalismo. Admiraba -por el contrario- a los revolucionarios y terroristas profesionales rusos de la década de 1870.

Lenin postuló que un grupo organizado de hombres bien adoctrinados, podría realizar todas las funciones y mejor que una agrupación sindical. Lenin sabía que esta visión de partido se oponía a un principio de Marx que plantea que la emancipación de la clase trabajadora corresponde sólo a ella misma. Además, conocía la fuerte oposición de los marxistas científicos (objetivistas), para quienes el propio desarrollo de la estructura económica desencadenaría la revolución, negando la necesidad de "fabricar" revoluciones artificiales por la vía de idealistas aventureros.

Lenin debió reinterpretar el marxismo de modo de deducir la idea de que los trabajadores -por sí solos- no se hacen socialistas, sino sindicalistas, por lo que el socialismo debía serles inculcado por intelectuales de la clase media. Se deduce inmediatamente la desconfianza que sentía de los individuos de la clase trabajadora, en cuanto generadores de políticas para el proletariado. Según George Sabine, Lenin se oponía tenazmente a la idea común de los marxistas occidentales, para quienes la explotación capitalista generaba un proletariado inherentemente revolucionario. Al contrario, Lenin creía que era necesaria una organización de intelectuales (no necesariamente proletarios) capaces de dirigir y comandar el proceso de cambio histórico, pero que conocieran al proletariado mejor que el proletariado mismo. Postuló la idea de un grupo de élite, intelectual y capaz de comprender mejor la realidad que la propia clase trabajadora. El proletariado debía ser maniobrado para comportarse como proletariado.

Para Lenin, la política es tremendamente pragmática, es decir, el arte de lo posible, donde la victoria corresponde al partido que posea la más clara percepción del "paso siguiente". Lenin pensaba que el espontaneísmo sólo conducía a la violencia estéril, pero que ,dirigido por un partido organizado, podía lograr éxitos importantes, pues es el único capaz de generar "conciencia".

George Sabine resume la idea de partido de Lenin de la siguiente manera: "...su partido estaba destinado a ser una élite, una minoría escogida por la superioridad intelectual y moral, el sector más avanzado de la clase trabajadora y, por tanto, su "vanguardia". Sin embargo no pensaba crear una aristocracia".

Esta idea de partido se basaba en tres presupuestos generales, los cuales adoptaron prácticamente todos los partidos comunistas en el mundo, y donde en realidad se percibe el legado de Lenin:

1- El partido posee una forma infalible de conocimiento (la dialéctica), que le permite interpretar correctamente el pasado, el presente e incluso prever el progreso social. Esta doctrina debía ser unívoca e impuesta -si fuese necesario- por la fuerza.

2- El partido de Lenin debía ser una élite cuidadosamente seleccionada y disciplinada, fuente de una superioridad intelectual y moral que únicamente emana de la ciencia única del partido. Su dedicación a la causa debe ser absoluta. Sin embargo, esta organización no debía convertirse -en ningún caso- en un partido de masas. (a juicio del propio Lenin).

3- El partido debe ser rígidamente centralizado, excluyendo cualquier forma de autonomía. Su organización debe ser casi militar, con jerarquía y estricta disciplina. Sólo hay libertad de opinión en el momento de discutir políticas, pero una vez decididas, deben acatarse por completo. A esto es lo que denominó "centralismo democrático".

En definitiva, dos principios sustentaban esta doctrina de partido: la unión material a través de una organización y una disciplina rígidas, y la unión ideológica a través del marxismo.

El historiador de la teoría política, Fernando Vallespín, acertadamente resume -en una visión general- la idea de partido que planteaba Lenin. Esta definición nos permite captar los puntos centrales de su doctrina: " un partido altamente unido en la ideología, inflexiblemente revolucionario, alejado del reformismo y capaz de erigirse, en fin, en la vanguardia del proletariado. De aquí, su énfasis sobre la cuestión de la naturaleza del partido. Le importaba poco el número de los efectivos (a Lenin). Los meros simpatizantes, aquellos que no adquirían un compromiso firme, no le interesaban"(p.603).

Hemos visto hasta aquí la justificación práctica de la existencia de un partido de vanguardia (el Partido Comunista), sobre todo en lo referente a su conformación social y capacidad política. A continuación, veremos la justificación filosófica de esta doctrina a partir de las ideas de Geörgy Lukács, uno de sus principales teóricos .

 

Lukács: La justificación teórica de un dogma.

György Lukács -según la mayoría de los estudiosos del marxismo- es quien mejor ha logrado interpretar el pensamiento marxista a la luz de la tradición filosófica idealista alemana. Para él, las ideas de Marx no eran susceptibles de un análisis científico según lo cánones empiricistas y neokantianos, pues los hechos no explican la totalidad de los procesos. Analizar lo real y medible es sólo justificar su existencia, es decir, conservar. La ciencia social moderna es -según este autor- sólo un arma intelectual en favor del capitalismo y las fuerzas conservadoras y reaccionarias. Lo externo no refleja necesariamente la totalidad; la verdad de los procesos sociales. Debe primar lo abstracto por sobre lo concreto.

Lukács propone un "método" que no consiste en otra cosa que: "entender el universo social como un compuesto único de totalidad, que no puede ser reconstruida por hechos. Los hechos NO se interpretan a sí mismos: su significación se revela sólo en relación al todo, que debe ser conocido de antemano, y por tanto es lógicamente anterior a los hechos". En este punto, es un digno seguidor de Hegel, para quien el todo es anterior a las partes, por lo tanto la parte debe ser interpretada a la luz del todo y no viceversa. De esta forma, la teoría marxiana de la revolución y el socialismo sólo puede basarse en una comprensión global de la sociedad que no puede realizarse mediante ningún análisis detallado y fáctico.

Surge entonces la pregunta de quién puede acceder a la comprensión del todo. Para Lukács, la respuesta está en el propio Marx. El Proletariado, como agente social desprovisto de todo, es el único ente capaz de entender verdaderamente la condición humana: "De acuerdo con el principio de Hegel, la verdad es el sujeto; esto es, en el caso presente, la verdad acerca del proceso histórico puede alcanzarse sólo desde el punto de vista de la clase cuya iniciativa revolucionaria está destinada a modificar radicalmente toda la vida social y a abolir la sociedad de clases". Entonces, el marxismo no es una serie de reglas científicas y lógicas aplicables por cualquiera para entender la realidad social. Es mucho más que eso. Es la capacidad de la clase trabajadora como motor del cambio histórico, que toma conciencia de su papel en el mismo momento que desencadena el proceso revolucionario. La comprensión del marxismo sólo puede hacerse dentro del movimiento, y no como reglas científicas de carácter objetivo. La verdad está en el compromiso con el cambio y no con la realidad, considerada sólo como "aparente" o "resultante". De aquí se deduce que la verdad no puede surgir de sujetos o análisis individuales, sino de un sujeto colectivo (proletariado), que sólo revela parte de la totalidad a quienes participan de él.

Kolakowski plantea que Lukács -incluso- otorga a la clase trabajadora un papel clave en cuanto sujeto principal de una teoría del conocimiento: "el proletariado es privilegiado desde el punto de vista epistemológico, en tanto su papel histórico supone la completa comprensión de la sociedad: sólo él aprehende la historia como un todo, pues sólo en sus acciones está verdaderamente realizada la totalidad como movimiento revolucionario. La autoconciencia del proletariado coincide con su conciencia de la historia como un todo; la teoría y la práctica coinciden, pues el proletariado transforma el mundo en el proceso por el cual llega a una comprensión madura del mismo. En este caso particular, la comprensión y la transformación de la realidad no son dos procesos separados, sino uno y el mismo fenómeno" . Lukács une teoría y praxis en la medida de que la verdad es sólo alcanzable en la medida de que formamos parte del movimiento revolucionario -comandado por el proletariado- cuyo objetivo final es cambiar la sociedad por otra nueva. No existe ciencia, filosofía o hecho que esté por fuera de este conocimiento total.

Se ha puesto énfasis en la importancia de proletariado como sujeto privilegiado de la historia. Sin embargo, el proletariado del cual habla Marx y Lukács no consiste en la suma de los individuos de la clase trabajadora. No son -en definitiva- personas de carne hueso en cuanto personas. Incluso estos individuos pueden ser conservadores o reaccionarios en la medida que sus intereses no coinciden con los de su clase, en términos de la totalidad. Gran parte de ellos desconoce el papel que les corresponde en la historia como liberadores de toda la sociedad, y -por tanto- sólo el "proletariado organizado" (según Lukács) puede guiarlos en el camino de la revolución. Este organización corresponde únicamente al Partido Comunista. Para este autor, la conciencia proletaria no es la suma de las conciencias de los individuos que componen esta clase social, sino la "verdadera" conciencia que constituye la fuerza motriz del cambio histórico, y cuyo vehículo - sin excepción- es el Partido : "...un mediador necesario entre el movimiento espontáneo de los trabajadores y la totalidad de la historia. lo que piensen los trabajadores individuales, ya sea unánimemente o mayoritariamente, carece simplemente de significación en relación al contenido de la conciencia proletaria. esta última está encarnada en el Partido, y sólo a través del Partido es como el movimiento espontáneo puede aprehender su propio significado, pues por sí sólo es impotente para ascender a una concepción del todo. Así pues, la unidad de teoría y praxis, de necesidad y libertad, se realizan verdaderamente sólo en la voluntad revolucionaria del Partido".

El párrafo anterior nos entrega una visión clarísima de cual es la importancia del Partido Comunista en la concepción de Lukács, y de gran parte del movimiento marxista a lo largo del siglo XX, especialmente durante el período stalinista. El Partido encarna la única verdad dialéctica y la voluntad del sujeto histórico privilegiado, pero sus intereses ni aspiraciones no tienen por qué coincidir necesariamente con los del proletariado real. El Partido es la encarnación visible de la conciencia de clase, el único garante de la correcta orientación política del proletariado y el único exponente de su voluntad "real". Esto es así incluso cuando el Partido pueda posteriormente juzgar como erradas tácticas realizadas anteriormente. En esta visión "Total" de Lukács, el partido siempre ha poseído la "verdad dialéctica", y su actuar es comprensible sólo desde una perspectiva de totalidad. Desde este punto de vista, no existe el error ni la falla. El destino último del proceso justifica toda acción en el pasado y en el presente. Nos encontramos aquí frente a la máxima teorización filosófica de la doctrina leninista del Partido Vanguardia. Todo empirismo y refutación objetivista queda así anulada por Lukács: "... de esta proposición se sigue fácilmente la idea de Totalidad y la aseveración antiempirista de peor para los hechos.- Como el proletariado es privilegiado en el sentido cognitivo gracias a su función social, y como la génesis de su conciencia garantiza que esta conciencia es verdadera y desmitificada, suponiendo de nuevo que la conciencia proletaria está personificada en el Partido, llegamos a la conclusión deseada: El Partido siempre tiene la razón. Aunque Lukács no lo planteó directamente de esta manera"(p.276).

Para quienes han analizado en profundidad el pensamiento de Lukács, lo consideran el mejor intérprete de Marx en cuanto heredero de la filosofía de Hegel. Marx creyó en una dialéctica en la que la comprensión y transformación del mundo eran uno y el mismo proceso, con lo cual pierden su significación los dilemas de libertad versus necesidad, hechos versus valores y voluntad versus predicción. Las interrogantes del hombre están solucionadas en su entrega incondicional a las interpretaciones siempre verdaderas (dialécticamente) del Partido. Este es el aporte de Lukács al pensamiento marxista. Él es quien postula el fundamento teórico y gnoseológico a la entrega total del individuo a la organización, aún a riesgo de anularse como persona. Tal es el caso del propio Lukács, quien en distintas ocasiones fue perseguido por el propio Partido al cual adhería incondicionalmente, incluso debiendo renegar de sus propios escritos y convicciones, pues siempre fue fiel a su idea de que sólo el Partido Comunista era quien encarnaba la verdad acerca del destino histórico de la humanidad. Su marxismo es antirracional y anticientífico, porque sacrifica todos los criterios de conocimiento intelectual a la voluntad política, la cual permite poseer la "verdad" que emana de la organización revolucionaria.

En esta corriente pensamiento se encuentra la raíz de la justificación al stalinismo. Dada la lucha total entre capitalismo y socialismo, era imposible -desde esta perspectiva- aceptar disidencia al interior del Partido, menos si estaba fundada en pruebas empíricas. Toda crítica o corriente heterodoxa frente al Partido fue considerada como "un disparo en favor del enemigo", un ataque a los intereses del Estado revolucionario por antonomasia: La Unión Soviética. Para Lukács, la superioridad del comunismo es tal, que se justifica frente a cualquiera refutación objetivista (ajena a la visión de totalidad). L. Kolakowski resume así esta doctrina: "El logro de Lukács consiste en haber elevado la práctica del desprecio hacia los hechos, por comparación con los "sistemas", a la dignidad de un gran principio histórico, del que el marxismo puede estar justamente orgulloso". El despotismo total es elevado como la suprema encarnación de la libertad, pues el individuo es incapaz de comprender la totalidad como sí lo hace la organización partidaria (o bien sus intelectuales).

La entrega total al Partido es el reflejo de la eterna búsqueda de muchos intelectuales por un conocimiento cien por ciento seguro, que le permita salvar cualquier duda, que termine con la ansiedad producida por la refutación empírica. La totalidad no logra reflejarse en la realidad, sino en la conciencia revelada por el Partido, considerado el único intérprete verdadero del destino histórico del proletariado. Nuevamente Kolakowski nos ilustra el tipo de seguridad intelectual que esta doctrina del Partido entregó a tantos marxistas: "Desde el momento de su identificación con el comunismo y el marxismo, Lukács supo que en principio se habían resuelto todos los problemas de la filosofía y las ciencias sociales, y que sólo quedaba entonces determinar y proclamar el verdadero contenido de las ideas de Marx y Lenin, a fin de obtener una comprensión correcta del canon recibido. Nunca más se planteó si la "totalidad" marxiana era auténtica y cómo podía probarse que lo era".

 

Conclusiones.

A lo largo de este ensayo, se han expuesto los dos principales puntales que sostienen la doctrina de la totalidad omnicomprensiva del Partido Comunista dentro de la corriente más ortodoxa del marxismo. En un primer apartado, se revisaron las ideas subjetivistas de Lenin sobre la necesidad de un partido de vanguardia, el cual fuera capaz de guiar y comandar al proletariado en el proceso revolucionario. Sin embargo, esta visión se remite a los aspectos prácticos y formales que justifican la existencia de este tipo de organización totalitaria. Es decir, las razones estratégicas y tácticas por las cuales debía conformarse un Partido de intelectuales-revoluconarios (profesionales), cuya misión fuera el asalto al poder del Estado.

En un segundo capítulo, se trató la fundamentación filosófica a la idea del Partido como único intérprete del destino histórico de la humanidad, encarnado en el proletariado. Es -seguramente aquí- donde se encuentra la elaboración teórica más interesante, especialmente por el carácter de verdad total que adquiere una organización humana, como lo es el Partido Comunista. El individuo se entrega por completo a la élite dirigencial, quien define lo verdadero de lo falso, lo fundamental de lo accesorio e incluso el pasado y el futuro. Aquí se encuentra -a mi parecer- la importancia sociológica del Partido Comunista dentro del marxismo, pues define la posición del hombre con respecto a la realidad (que es capaz de crear) y su destino, teniendo todo el poder de controlarlo, y aún más, de convencer al individuo de lo necesario y verdadero que hay en ello.

Solo resta reflexionar hasta que punto el propio Marx pudo haber concebido una organización con estas características. Sin embargo, tanto Lenin como Lukács continúan siendo fieles al principio marxista de que el mundo no debe ser comprendido, sino que cambiado. Es decir, la realidad puede ser creada por los hombres, y justamente esto es lo que hace el Partido Comunista, pero a nivel de una élite cuidadosamente seleccionada. La organización crea el escenario y los hombres (proletariado) deben actuar en él guiados por el único gran escenógrafo y director: el propio partido.