Políticos, Política y Democracia

por Enrique Fernández M.

Durante el gobierno de Pinochet se denostó consuetudinariamente a los políticos y la Política. Alumnos aventajados que repetían la lección que F. von Hayek les había enseñado. En un segundo plano, con menos virulencia pero con igual ahínco, se descalificaba al régimen democrático representativo por ser intrínsecamente débil frente al ataque de las ideologías antisistémicas. A la sazón se demonizaba al marxismo-leninismo. Surgió así el concepto de democracia protegida o autoritaria.

En la oposición a la dictadura, articulada mayoritariamente en torno a la Concertación de Partidos por la Democracia, estaban quienes aspiraban a retornar a una democracia sin apellidos, que garantizara por encima de todo, el respeto irrestricto de los denominados derechos humanos. En este mundo, la política era vista como una noble actividad humana y quienes la asumían, lo hacían por motivaciones esencialmente éticas.

Después de transcurridos una decena y un poco más de años desde el retorno a la actividad electoral y a un régimen de gobierno democrático , ¿ que ha pasado con esta percepción ?

Algunos recientes episodios de la llamada “clase política” no hacen más que ratificar que tras este tiempo de transición, todos los “señores políticos” y su aparataje partidista y electoral, son percibidos por la inmensa mayoría de la ciudadanía como una cofradía o club que obedece a una lógica de reproducción que les asegura el monopolio del poder político.

Valga citar a modo de ejemplo de esta visión, lo afirmado en un matutino por un periodista, Juan Pablo Cárdenas, y un sociólogo, Osvaldo Torres, quienes ciertamente no pueden ser considerados como liberales hayekianos:

“ Al interior de los partidos la batahola es total. El tango Cambalache en su más plena expresión: liderazgos comprados por dinero, inamovilidad para los cacicazgos, desprecio absoluto por los derechos y aptitudes de los más jovenes y más probos ”.

“ La política en el Chile actual se mueve sin límites claros, en la confusión entre el interés personal y el del país ; entre los discursos sin credibilidad a favor de la justicia y la igualdad y las prácticas de convivencia con los poderes fácticos ; entre las palabras y los hechos ; entre la lógica de Estado y la lógica democrática ; entre la pretensión de representación ciudadana y la defensa corporativa de una “clase política”.

El peligro que acecha tras el descrédito de los políticos y la Política es algo que, hoy por hoy, nadie osa decir abiertamente aunque así muchos lo crean: la Democracia, como régimen político no sería imprescindible para asegurar el bienestar de una sociedad. Especialmente, si sólo se circunscribe el bienestar societal a una estrecha connotación económica. Es decir, la Democracia no sería en sí un fin, sino que sólo un medio.

Para los liberales hayekianos, conocidos como neo-liberales, nunca el régimen democrático ha sido indispensable para asegurar el correcto funcionamiento de la economía, lo que para ellos es en definitiva lo que importa. Por lo demás, de bastante tiempo dispuso su intelectualidad orgánica para, de modo unilateral y persistente, internalizar esta idea entre los chilenos. Restaría entonces, llegado el momento, insistir en que la política y la Democracia no aseguran orden social para crecer a tasas de 6 a 7 % anuales ; que promueven un relativismo moral con creciente inseguridad y delincuencia, conducentes a mayores grados de inestabilidad y de degradación de las buenas costumbres.

En nuestra América latina, conformada de países “ con estructuras económicas en vías de desarrollo”, de regímenes democráticos incipientes y raquíticos, no existe la convicción en toda la ciudadanía, del indispensable papel de la Democracia como él mejor régimen político. Las cíclicas perturbaciones de este finisecular capitalismo globalizado y desbocado, no son sentidas ni aprehendidas de igual modo, en sociedades con insuficientes redes de apoyo social como si puede suceder en países europeos o de norteamérica.

En Chile la democracia es precaria, y la actuación autista de los partidos políticos agrupados en verdaderos carteles, verbigracia el sistema electoral binominal, sólo han aportado inmovilismo y no estabilidad. Se mantienen coaliciones cual cínicos matrimonios, unidos por mero interés de representación electoral, esterilizando el aporte de ideas nuevas y la imprescindible consecuencia que debe existir entre el discurso y la praxis.

Inmovilismo pernicioso y destructor del régimen democrático. Colombia cuyo excluyente y periódico intercambio entre gobiernos liberales y conservadores, catalizaron la muerte en vida de la democracia colombiana. Para que mencionar los casos de Paraguay y México. Sistemas de partidos que convivieron saludables durante muchos años insertos en regímenes de escasa reputación democrática.

El descrédito de los políticos y de la Política, no conlleva en U.S.A. y Europa, un riesgo de atentado contra el ideal democrático. En cambio, en Ameríca latina pervive y sigue latente la tentación ante la figura del caudillo, del tecnócrata, del hombre fuerte y paternal que concurre para salvarnos de la degradación donde nos condujeron los políticos y su régimen permisivo y corrupto, léase, la Democracia. El caso de Fujimori bien vale un Perú.

Mire a su alrededor, muchos de quienes hoy guardan contenido silencio pueden ser los que mañana enarbolarán los argumentos que legitimen carismáticamente al nuevo libertador y así, justificar la siempre necesaria interrupción del régimen democrático en aras de los intereses superiores de la Patria amenazada.

GRUPO PROPOLCO
Agosto, 2001