UNA TORMENTA PERFECTA

por Enrique Fernández M.

El festival de Viña del Mar quedó atrás. Ahora nos ocupan los ajetreos escolares, laborales, pago de matrículas, permisos de circulación, etc. Está pasando el efecto anestésico estival y volvemos a sentir angustia y ansiedad, incertidumbre respecto del año 2001.

Pareciera que nada hubiese cambiado desde diciembre del año pasado: los cíclicos episodios referidos al geronte vitalicio, las infames postergaciones infligidas a los familiares de los detenidos desaparecidos, algún exabrupto de alguien de las filas concertacionistas, algún trasnochado mea-culpa de alguien de las filas opositoras, suma y sigue. Los detentores del Poder en los medios de comunicación, saben muy bien qué ventilar y como orquestar ciertos consabidos temas, sólo basta como en el teatro, con cambiar de escenario y de actores, la obra es la misma.

Así y tan solo así pueden "pasar piola" situaciones y hechos que merecerían amplia difusión y posterior debate por parte de la opinión pública. Entre fines de febrero y primeros días de marzo, casi pegaditos, acontecen a lo menos tres hechos que presagian que "algo" de grandes dimensiones y nefastas consecuencias se está gestando en el ámbito de la economía de Chile.

- La cifra de la tasa de desempleo excedió en una décima ( 8,4 %), la que los doctos economistas habían pronosticado. El sector exportador frutícola, caballito de batalla del modelo económico chicagiano, no logró mediante la mentada "variable estacional" desentramparlo de una crisis que rebasa lo meramente coyuntural.

- Guarismo negativo para la inflación de febrero, (- 0,3 %). Felices deben estar los santones de cuello y corbata del Banco Central. Para estos doctores, la inflación como la fiebre de un enfermo ha sido controlada. Eficaz la terapia instaurada, sólo que ahora el paciente yace en estado comatoso, con signos vitales débiles e inestables, pero eso sí, sin fiebre.

- El mismo consejo del autónomo Banco Central, con el aplauso efusivo del ministro Eyzaguirre, decide en otro acto de científico tecnicismo, bajar en un cuarto de punto porcentual la tasa de interés, después de otra baja de igual magnitud acaecida hace no más de 15 días. Hoy por hoy se situa en 4 %. Vamos a ver si así, como lo piensan los consejeros y el Señor Ministro, los chilenos y chilenas nos sacudimos del pesimismo, recuperamos la fe y volvemos a tener ansias de consumir y endeudarnos.

En diciembre del año en curso habrá elecciones parlamentarias. Se entrecruzarán acusaciones azuzadas por la prensa de siempre sobre mutuas ineptitudes para "sacar" al país de esta suerte de trampa de liquidez. Gran chivateo mediático, rostros circunspectos exigiendo responsabilidades. Sólo el modelo económico permanecerá intocable dentro de un consagrado crisol. Obvio, se trata de avatares conyunturales -declamarán los más- ya sea en la Concertación como en la oposición. Parapetados tras el recurrente y dogmático argumento de que el país sigue creciendo, no aceptan la empírica evidencia que el mero crecimiento no asegura, al menos en esta fase de aplicación del modelo, la creación de nuevas plazas laborales. El incremento de la producción, con menor cantidad de mano de obra empleada, resulta ser un éxito en productividad, pero un fiasco para el proceso económico del país, al no tener suficiente demanda para la abundante oferta de bienes así generados y acumulados.

En un entorno de creciente temor ante la pérdida del empleo, los que mantienen su fuente laboral -y son potenciales consumidores- están tan endeudados que no contraerán nuevas obligaciones mientras no sirvan gran parte de su deuda actual, pese a que se les pueda ofrecer dinero a tasas muy convenientes.

Mucho temo que se estén configurando, al igual que en meteorología, las condiciones objetivas para que en invierno nos azote una tormenta perfecta. Meteorología y Economía, disciplinas del saber humano que añoran la capacidad y exactitud predictivas de las ciencias exactas. Salvo que la primera sí lo es, mientras que la segunda sólo pretende serlo.

Sombrío panorama. Decisiones políticas subordinadas al entender más que al saber de los técnicos y científicos de la economía. Una rígida adscripción a la ortodoxa aplicación del modelo de economía liberal hayekiano. Rumbo que nos conduce ineluctablemente hacia el ojo de la tormenta.

GRUPO PROPOLCO
Marzo 2001.