LA REVOLUCIÓN MERCADISTA DE JOSÉ PIÑERA

Por Max Larrain

José Piñera es un revolucionario neoliberal de tomo y lomo. No descansará hasta que no vea privatizada cuanta actividad humana se registre en el país. Su cruzada en contra del Estado es implacable. Esta vez vez le tocó el turno al “Estado Docente”.

En su propuesta de Reforma Educacional, Piñera plantea la necesidad de seguir adelante con el proceso privatizador de la educación para dar término al concepto de “Estado Docente” y reemplazarlo por el de “Sociedad Docente”, más acorde con una “Sociedad de Mercado”. En otras palabras, terminar por privatizar la educación municipalizada, remanente de una otrora prestigiosa educación fiscal, la que fue objeto de un ataque presupuestario frontal por parte de los revolucionarios hayekianos durante el régimen militar, para finalizar en una descentralización que dejó en manos de las comunas (un par de ellas ricas y la gran mayoría pobres) esta fundamental actividad. El resto del quehacer pedagógico quedó como educación particular, algunas subvencionadas y otras no. Ante este hibridismo no pueden sorprender los desastrosos resultados en las pruebas Simce y el informe de la OECD sobre “Nivel lector en la Era de la Información”, que posesionan a nuestro país en los últimos lugares.

La propuesta de Piñera no asombra en absoluto. Obedece al principio fundamental de su credo : “Si algo anda mal con nuestra revolución: profundícela, siga privatizando”.

La piedra angular de esta iniciativa es el llamado “subsidio a la demanda”, por contraposición al sistema utilizado en casi todo el mundo que es el de “subsidio a la oferta”. En pocas palabras, en lugar de que el Estado financie la infraestructura y actividad docentes, debe entregar un “Bono Educacional” a cada familia, un sistema de “vouchers” propuesto hace treinta años por Milton Friedman. Los resultados de esta modalidad no deben haber sido muy buenos, ya que Piñera evita nombrar algún país que haya tenido éxito en la implementación de este sistema. De hecho no los hay.

En cambio, puedo citar una gran cantidad de países que han tenido éxito, precisamente con el sistema de “subsidio a la oferta”, pero me remitiré al caso que conozco más de cerca por haber vivido allá y porque mis hijas se educaron en dicho sistema. En Dinamarca, como en los otros países escandinavos, Suecia y Noruega, la educación es definitivamente pública estatal. Y estamos hablando de los países que ocupan los primeros lugares en el ranking mundial de calidad de educación. Si bien es cierto hay espacio para la educación particular, esta constituye un ámbito reducido a las minorías religiosas o culturales que así lo deseen, en esto hay libertad de enseñanza. Pero la gran mayoría de los jóvenes reciben su educación básica, media y superior en escuelas, politécnicos y universidades estatales. La que, por cierto, es completamente gratuita (¡horror!).

Los hijos de la Reina Margarita, el heredero Federico y su hermano Joaquín, estudiaron en colegios fiscales pertenecientes a la comuna de su residencia. Cualquier escuela municipal danesa, sea en Copenague o en provincia, originaría la envidia del más caro colegio privado en Chile, por la calidad de sus instalaciones, de sus pedagogos y por el acceso a medios como bibliotecas, estadios o gimnasios.

La gran diferencia reside, fundamentalmente pero no únicamente, en que dichos países adjudican más del 6% de su PIB a la educación, mientras que Chile apenas sobrepasa el 3% del PIB.

Extraña que Piñera, siendo economista, no vea en la educación estatal la gran ventaja de la economía de escala, beneficio que se perdería al atomizar esta actividad en infinitos agentes que aparecerán y desaparecerán conforme a los vaivenes del mercado. Un sistema educacional de este tipo no sólo es ineficiente desde el punto de vista de la docencia, sino además desde un punto de vista macroeconómico.

Aplicar el criterio mercadista en la educación conduce a lo que muy a menudo ocurre con un servicio público que ha devenido en negocio privado: eficiente sólo para el bolsillo de algunos inescrupulosos, ineficiente y caro para los usuarios. El transporte público metropolitano constituye un ejemplo paradigmático. En otras palabras, la educación privatizada terminaría por transformarse en un negocio “rasca” más, de hecho en muchos casos ya lo es. Ahora, esto no obsta que en Chile hayan existido y existan colegios privados de excelencia, generalmente ligados a ordenes religiosas, pero de cobertura limitada y por lo tanto necesariamente de elite.

El temor a que el Estado se haga cargo de la educación, obedece a una visión de lo que podría llamarse “el Estado en disputa”, una perspectiva que alcanzó su clímax durante la confrontación ideológica de Guerra Fría, en que algunos erróneamente veían en la educación fiscal un vehículo de adoctrinamiento en favor del sector que detentara el gobierno en un momento dado, como si la democracia y el pluralismo de la época hubiese sido incapaz de contrarrestar cualquier intento en dicho sentido. Esta situación no debería ya ser concebible en el Chile del 2.010 al que apuntamos, en el cual el consenso político, económico y social nos debiera llevar a soluciones nacionales de continuidad y de largo plazo.

No obstante, no sorprende la demonización del Estado, con todo lo que ello implica, incluido el manoseado mito de su ineficiencia administrativa, porque esto ha sido la tónica de esta doctrina neoliberal, hija putativa del verdadero liberalismo.

Pretender incentivar el desarrollo de la educación mediante un “subsidio estatal a la demanda” condenado de antemano a ser mínimo, es un contrasentido al propio principio del funcionamiento del mercado, en donde los precios constituyen la señal central en la asignación de recursos.

De esta manera, la proposición de Piñera apunta en la dirección opuesta a la meta de crear igualdad de oportunidades a través de la educación, ya que los sectores más modestos contarán sólo con un magro subsidio, mientras los sectores más pudientes podrán complementarse mediante sus mayores ingresos para “comprar” una mejor educación.

Desde su punto de vista la idea no es mala si se quiere mantener la supremacía de una minoría por sobre la mayoría mediante un sistema educacional desbalanceado.

Enero 2001
GRUPO PROPOLCO