Tirar la esponja.

por Manuel Gárate Ch.(Licenciado en Historia y Magíster en Ciencia Política)

Cómo quieren que piense positivo cuando leo los resultados de la encuesta del departamento de sociología de la Universidad de Chile. Cómo sentirse satisfecho ante tamaños guarismos. Da para pensar que estamos jodidos como sociedad, o que realmente nos encontramos a años luz de algo medianamente cercano a la civilización.

A qué me refiero. Los resultados de la segunda encuesta sobre intolerancia y discriminación se resumen de la siguiente manera: de los connacionales encuestados, un 44% refleja en sus respuestas un alto grado de dogmatismo, y un 59% es sumiso ante la autoridad. Un 33% se muestra favorable al militarismo, mientras un 30% es definitivamente clasista. Un 60% siente un fuerte rechazo a la homosexualidad, mientras un 45% está a favor de actitudes chauvinistas y patrioteras. Un 12% es definitivamente racista y un 15,9% francamente antisemita. Eso, sin mencionar el 26,6% que se declara antiindigenista. El estudio universitario no puede ser catalogado de poco riguroso, a diferencia de ciertas encuestas por encargo o telefónicas, pues cumple con estándares mínimos de calidad que incluyen una muestra aleatoria polietápica de 1.111 casos, estructurado sobre la base de un cuestionario de 63 preguntas. El estudio tampoco persigue fines de corto plazo ni la elaboración de determinadas políticas en beneficio de determinados grupos.

Respecto de los resultados, parece difícil hablar de democracia cuando los sujetos aludidos poseen un perfil más acorde a un régimen tiránico, una dictadura talibán o bien una satrapía persa. Vale la pena preguntarse ¿para qué darle margaritas a los chanchos? ¿Tiene sentido luchar por una sociedad de valores solidarios ante tamaña realidad? Ni que decir que estos índices empeoraron desde 1996, cuando se tomó por última vez la muestra.

¿Seremos, como algunos piensan, la reserva moral y conservadora de occidente? Definitivamente no. Creo que estamos más cerca de ser el reducto de la barbarie y la ignorancia, aunque alguna vez nos dijeran jaguares por tener la billetera hinchada, y ahora ni siquiera aquello nos queda. Otra prueba más de que el crecimiento económico no es desarrollo. Durante casi diez años crecimos a un 7%, pero no adquirimos valores sociales, y aún peor, al parecer fuimos perdiendo los pocos que nos quedaban. Tengo la esperanza que las respuestas sean fruto de otro desesperanzador estudio que confirmaba que más del 50% de los chilenos no entiende lo que lee, por lo tanto habrían respondido a preguntas que no comprendían. Es la única alternativa que me queda. De ser así, la ignorancia inocente nos salvaría de la ignorancia del odio.

Más que pensar positivo, se necesita una campaña para "pensar" a secas. Para darse cuenta que nuestros supuestos valores patrios se fundan en el menosprecio a los vecinos, a los semitas, a los rebeldes, a los homosexuales, a los indígenas, etc. Es decir, a todo aquel que nos resulta diferente y que nos hace cuestionar nuestras monolíticas verdades ¿De qué sirve hablar de participación, democracia, solidaridad, neoliberalismo, sociedad civil, cuando los supuestos receptores del mensaje preferimos ser sumisos a la autoridad y adoramos el militarismo?

Victoria para las fuerzas de la noche. Tras doscientos años de modernidad su pueblo aún responde a los viejos símbolos: los de la capitanía general, los de la frontera guerrera, los vencedores jamás vencidos. Qué vamos a aprender de democracia con esta materia prima. Titánica tarea para quien pretenda acometerla. Nos gustan los cuarteles y agradecemos los correazos del padre. Lo peor es que una gran mayoría siente que las diferencias sociales son necesarias para mantener el orden, es decir, para que las cosas funcionen. Hoy me siento pesimista y lo reconozco. Sólo quiero tirar la esponja.