Definiciones.

por Manuel Gárate Ch.

Hay momentos en la vida donde las personas finalmente deben definirse, y hacerlo claramente. La fuerza del pensamiento neoliberal durante la década de los noventa puso contra la pared a todos aquellos que pensamos que el Estado tiene un papel importante en la economía. Muchas veces debimos callar o resignarnos ante la soberbia de quienes hablaban a los cuatro vientos sobre el primitivismo del Estado productor o la necesidad de privatizar las empresas públicas para generar más empleo, riqueza, y -por tanto- crecimiento. Este raciocinio tenía el peso de una fórmula matemática y el poder de un dogma religioso. Quienes no estábamos de acuerdo con él, quedábamos fuera de la "Historia", la cual estos mismos caballeros habían decidido poner término. Incluso las cifras azules de la dorada década de Chile (1987-1997) parecían darles la razón.

Sin embargo, llegó el momento dónde ya quedaba poco por vender, privatizar o externalizar y sufrimos los embates de un sistema orientado 100% a las necesidades de un comercio exterior siempre cambiante y en aguda crisis desde 1998. Sin desearlo, nuestros oscuros augurios comenzaron a hacerse realidad: el modelo exportador de materias primas se agota y los niveles de empleo y consumo interno ya no responden a las tradicionales recetas de ajustes monetarios (bajas de tasas, impuestos o liberalizaciones del mercado financiero). El país no consume, las empresas despiden empleados , aunque las sacrosantas cifras demuestran que la economía crece. La explicación de los otrora científicos es que la economía está cambiando y que el problema radica en las expectativas de la gente y la "recesión sicológica". Me pregunto cuántos minutos duraría Alan Greenspan en su puesto si defendiera explicaciones de este tipo.

Quienes nos oponemos a una visión fundamentalista y holista de los asuntos humanos, entre los cuales claramente se encuentra la economía (a la que algunos pretenden convertir en ciencia), debemos salir a defender nuestras ideas, y llevar al ámbito de la ética ,de la historia y de los hechos aquello que pretenden demostrarnos "técnicamente". Por eso considero ineludible el definirse claramente respecto a ciertos puntos.

Defiendo que el Estado tenga empresas en sectores claves de la economía como los servicios básicos y la salud. Nada demuestra que las empresas ahora privatizadas generen más empleo ni más riqueza para la población. Tampoco es cierto que las inversiones van siempre en beneficio de los usuarios o clientes, especialmente si hay situaciones de monopolio natural. Un mínimo de sentido común demuestra que el principal objetivo de la gestión privada es obtener utilidades, más que proveer el servicio. Si las ganancias o utilidades decaen o están en peligro, es casi seguro que peligrará el abastecimiento de electricidad, agua, gas o teléfonos. En estos mercados el usuario no tiene posibilidad de cambiarse de proveedor ni menos prescindir del servicio. Las inversiones necesarias para proveerlo en forma satisfactoria se realizarán sólo en la medida que se aseguren por anticipado los beneficios. El Estado tiene la obligación de proveer el servicio básico a todo evento, aunque implique sobredimensionar la capacidad instalada (algo obvio en el caso de la electricidad) y debe responder a las emergencias incluso por encima de la evaluación de costos. Los usuarios deben pagar el precio del servicio para solventar sus operaciones e inversiones, pero no el margen adicional y no menor que corresponde a las utilidades. A esto se agrega el inmenso gasto en marketing, publicidad y comunicaciones en que incurren las empresas que buscan aumentar sus ingresos por la vía de las tarifas. Si la empresa estatal no logra cubrir sus déficits, el Estado debe mantener el servicio activo. Si este es el costo de pagar impuestos, entonces estos están plenamente justificados.

Soy partidario de que el Estado tenga grandes empresas de servicios básicos, porque esto permite mantener un colchón de empleo en épocas de crisis, incluso sostener una masa de trabajadores con un mínimo de incertidumbre y por lo tanto dispuestos a no restringir significativamente su consumo. No ocurre así con las empresas estatales que son privatizadas. Es una práctica común y casi una ley el que las administraciones privadas realizan despidos al tomar el control de las empresas, generando mayor desempleo, pero además, inseguridad entre los que conservan su trabajo. La promesa es que por medio del crecimiento aumentarán su planta de trabajadores, aunque sabemos que consideran al recurso humano como el más caro dentro de la estructura, por lo que tratarán de aumentar la productividad al máximo con la planta existente y por medio de mejoras tecnológicas. El empleo no es ni será una prioridad para sus objetivos. Ya vimos que la calidad del servicio tampoco; salvo que tengan competencia directa. Sabemos que sus planes expansivos probablemente se sostengan en alzas de tarifas y evitarán las inversiones destinadas a prevención. Aprovecharán la capacidad instalada al máximo. No harán inversiones mientras las tarifas que "regula" la autoridad no satisfagan sus expectativas de ganancias.

Muchos me dirán que tales empresas públicas son ineficientes, que generan altos costos y déficit al Estado. Me dirán también que frenará el crecimiento económico y los capitales no vendrán al país. Entonces les responderé que quizás sucedan algunas de estas cosas. Argumentarán que en las empresas públicas se pagan indemnizaciones escandalosas y habrá que recordarles que quienes se beneficiaron de ellas precisamente se definían como técnicos y también haremos memoria de cómo en el Chile de los 80 simples funcionarios de empresas públicas terminaron como sus dueños casi por arte de magia.

Defiendo empresas cuyo principal objetivo es brindar un servicio a todo evento; obligadas a hacer inversiones para evitar contingencias y cuyas tarifas reflejen realmente los costos de producción. Pero más importante aún, empresas que dan trabajo y no buscan generar "eficiencias" a costa del empleo. Si la economía está al servicio del hombre, entonces las empresas ineficientes son aquellas que dejan fuera al ser humano, aunque sus cifras sean azules. Las incertidumbres económicas no se derrotan con crecimiento, sino que con estabilidad. Por eso no soy partidario de las privatizaciones de empresas estatales de servicios básicos. Ahí donde los bienes puedan sustituirse, bienvenido el mercado. Respecto a que los capitales no vendrán al país...ya sabemos como en la economía globalizada se mueven los dineros. Probablemente, aunque privaticemos todo, siempre habrán mejores condiciones en las Islas Caimán.