NINGÚN DERECHO SIN RESPONSABILIDAD.

por Enrique Fernández M.

Parecen lejanos los tiempos en que la atención periodística estuvo centrada en la llamada "tercera vía" de Giddens y Blair. Mucho se habló y escribió. Quizás algunos contenidos de esta propuesta merecían algo más de análisis, en especial, el referido al precepto "ningún derecho sin responsabilidad ".

Ciertamente sería presuntuoso adentrarnos en terrenos filosóficos e incluso en aquellos estríctamente politológicos. Quisiera sólo meditar públicamente, motivar la discusión, abrir un debate. Para tal fin, un párrafo del texto de Anthony Giddens resulta particularmente sustancioso: " El gobierno tiene una multitud de responsabilidades respecto a sus ciudadanos y respecto a otros, incluida la protección de los débiles. La socialdemocracia a la antigua, sin embargo, tendía a considerar los derechos como exigencias incondicionales. Con el individualismo creciente debería venir una extensión de las obligaciones individuales. "1

Surge, acuciante, una pregunta directriz: ¿ se ha establecido en nuestra sociedad una línea imaginaria, determinando por encima de ella que el ciudadano es responsable del número de hijos que procrea, de los créditos que contrae, etc. y por el contrario, debajo de ella, todo pasa a ser responsabilidad de otros, léase la sociedad o el Estado ?

Si la línea de marras existe, cúal es su cota ? Si la situamos según ingreso de dinero mensual, ¿ es el sueldo vital el factor clasificador ? ¿ O no guarda ninguna relación con montos pecuniarios y se trata más bien de un elemento polifactorial que incluye, además del dinero, grado de instrucción y de educación, estabilidad y afecto parental ?

Reza el dogma liberal: mínimas regulaciones por parte del Estado, preestablecidas y sin modificaciones posteriores para que el individuo pueda realizar y alcanzar lo mejor de sus potencialidades. La vivienda, la cuantía de la prole y su alimentación, educación y responsabilidad afectiva, la determina cada individuo en uso del libre albedrío que le asiste interactuando en el Mercado.

Todos hemos visto los episodios, verificados durante catástrofes naturales, de personas castigadas por madre natura y por sus condiciones socioeconómicas de vida, que se plantan frente a una cámara de televisión o micrófono radial, exigiendo soluciones de parte de las autoridades de cualquier rango, so pena de "llegar hasta las últimas consecuencias". Las peticiones son siempre enfatizadas invocando la piedad hacia los niños, inocentes actores de una tragicomedia que no atisban a entender.

En el comportamiento de estos ciudadanos no apreciamos la aplicación de cierta " racionalidad económica " tan propia del modelo neoliberal. En sectores de altos ingresos, excepción hecha del medio rural y de círculos del Opus Dei, las familias se constituyen con dos vástagos en comparación con los sectores " desfavorecidos ", que mantienen tasas de natalidad más altas ( 4 a 5 hijos con la cónyuge legítima ).¿ Por qué esta discrepancia ? Mejor dicho, por qué se arroja poca luz sobre esta contradicción. ¿ Es ella sólo aparente ? ¿ El mayor ingreso económico, asociado a un mejor y más alto nivel de instrucción escolar y universitaria, es el responsable de la aplicación de la susodicha racionalidad ?

¿ Alcanzar un cierto nivel de instrucción, nos capacita "per se e ipso facto", para aprehender la relación existente entre el número de hijos que deseo procrear y mi responsabilidad hacia ellos ?

¿ Es ético plantear, en una sociedad que azuza la competitividad y el comportamiento racional de sus miembros en todas las áreas, que sólo se deberían tener los hijos que se puedan mantener decentemente?

Hay una contradicción empírica entre aquellos que más dinero tienen y menos hijos engendran mientras quienes sobreviven, entre índices de pobreza o de extrema pobreza, conciben un mayor número de hijos conociendo sus limitaciones económicas.

Históricamente, encontramos diversas explicaciones y justificaciones para este hecho social. Para algunos se trata de una responsabilidad, más bien un deber de la sociedad ( léase Estado), garantizar el bienestar de cuantos hijos sean gestados, sin importar el nivel de ingresos de los progenitores. Por tanto, no cabría establecer este odioso diferenciador económico entre ricos y pobres. Más aún, podría tratarse de un factor de igualdad entre todos los miembros de una sociedad.

Para otros, desde una vertiente dogmática-religiosa, no resulta ético ni moralmente aceptable introducir una variable económica en una cuestión que corresponde sólo regular a los cónyuges en el seno del amor marital y bajo el amparo de la decisión divina, única y última responsable de otorgar el soplo fertilizador. Las vicisitudes, estrecheces e incluso sufrimientos que la familia deberá soportar, constituyen el temple con que se forja una existencia en concordancia con supremos designios. La expresión " Dios proveerá " pertenece de modo atávico al refranero popular hispanoamericano. Desconozco si existe algo similar en el mundo Sajón o en la cultura de los pueblos africanos.

Este problema escapa, como Giddens lo afirma , de la divisoria izquierda/derecha. Al menos es difícil encuadrarlo en esta categoría de análisis. De tal modo, podemos ver que desde ambos polos de esta díada, provienen argumentos que son coincidentes en su fin aunque difieran en su génesis.

Inquietante convergencia, que debería motivar una reflexión intelectual sin descalificaciones integristas de ningún signo.¿ El concepto giddiano, " ningún derecho sin responsabilidad ", abarca también los temas "valóricos" o permanecen estos, al igual que en la doctrina de la nueva derecha, fuera de la posibilidad de ser analizados y definidos según otras concepciones filosófico-culturales ?

1 Anthony Giddens: La Tercera Vía. La renovación de la socialdemocracia. Taurus. pág. 81, 1999.

septiembre, 2000.