El desgaste histórico de la Concertación

por Max Larrain

El resultado de las municipales difícilmente puede contarse como un triunfo de la Concertación por el hecho de estar 12 puntos por sobre la derecha. Lo más lamentable es que no se trata de una derecha liberal del tipo Allamand sino de la derecha más apegada al pinochetismo y a su legado histórico. A medida que pasan los años esta derecha acorta la distancia.

Uno podrá decir que se trata de un desgaste natural en una coalición que ya lleva diez años en el gobierno. Pero la tragedia consiste en que este deterioro ha sido a cambio de prácticamente nada.

Como sabemos, la Concertación no ha hecho sino administrar el modelo económico y político heredado de la dictadura. Lo que se ha logrado en el campo social -la reducción de la pobreza y las mejoras en los ámbitos de salud y otros- palidecen ante la cruel realidad de la inmensa asimetría en la distribución del ingreso, la permanencia de una ley laboral draconiana y la eterna promesa de un seguro de cesantía que nunca llega.

Las privatizaciones y la reducción del Estado se han hecho siguiendo acríticamente el modelo en boga, sin mayor reflexión, ni mucho menos debate público, acerca de las consecuencias a largo plazo de devenir en un Estado carente de activos, que tendrá que enfrentar problemas sociales derivados de una cobertura insuficiente del sistema previsional y de un sistema de salud privado que se hará cada vez más caro, en la medida que aumentan las expectativas de vida y se expande el sector pasivo.

Por otra parte, como lo señalé en un artículo anterior, si se entregan todos los monopolios naturales a las multinacionales, aliadas a los grupos económicos criollos, la democracia terminará por valer poco o nada. Ellos podrán poner al país de rodillas y dictar las reglas si controlan las energías básicas, incluida el agua de beber de los chilenos. No pocos políticos concertacionistas han visto en las privatizaciones una salida conveniente, porque produce ingresos inmediatos, por una sóla vez, eso sí. Ravinet opinaba favorablemente por la privatización de Codelco. ¡Era que no! Su buró privado de abogados se especializa en el sector minero.

En general, el manejo político se ha caracterizado por un cortoplacismo que le ha asegurado a la coalición gobernante ciertos nichos de poder, pero cuyo precio lo constituye el abandono de la idea de un proyecto país de largo plazo.

Esta ha sido una Concertación amedrentada por los poderes fácticos. No se han atrevido a salirse de la ortodoxia neoliberal en el manejo de la economía, por temor a la crítica de derecha, lo cual ha redundado en una falta de creatividad para dar soluciones a los problemas. Ninguno de los sabihondos economistas de izquierda se ha atrevido a plantear siquiera la posibilidad de reducir la semana laboral de 48 horas como una fórmula para
paliar la cesantía, que a estas alturas pareciera tener carácter estructural. "Pior es meneallo", como decía Sancho. Más vale no innovar.

En lo político tampoco le ha ido mejor a la Concertación. Desde las reformas de 1989, no ha tenido la capacidad para implementar cambios significativos al ordenamiento constitucional.

En cuanto a la justicia y los derechos humanos, han habido escasos resultados dignos de destacar aparte del Informe Rettig. Lo demás ha surgido como fruto de la casualidad (el inesperado viaje de Pinochet a Londres) y de la perseverancia y valentía de las mujeres chilenas (Sola Sierra, Viviana Díaz, Gladys Marín, Carmen Hertz, Fabiola Letelier, las hermanas Prats). Si hubiese sido por la élite política, de seguro que se habrían allanado a una ley de punto final con los militares, tal como se empeñaron en salvar al ex-dictador de la justicia española.

Con el escándalo de las indemnizaciones -lo que implica (una vez más) un aprovechamiento del recurso fiscal- uno se pregunta si la vocación de servicio no es ya más un incentivo válido para los que desean participar en la cosa pública. Todo parece debatirse en el mundo del pequeño poder político, muchas veces con miras a posicionarse favorablemente en el sector privado, una vez terminado el período. Hay varios casos que se pueden nombrar.

En fin, esta visión es más bien sombría y bastante escéptica respecto al futuro de la coalición política de centro-izquierda. Razones no faltan. La Concertación necesita un remezón muy fuerte, algo así como el inicio de una alternancia en el gobierno a partir del 2.006. Sería sano para la democracia. Lo más lamentable es que tendría que ser una derecha pinochetista cuyo programa mínimo incluiría la reducción total del Estado y la privatización hasta de los bancos de la Plaza de Armas. En esto faltó también visión de país por parte de la coalición, al ver hundirse el proyecto de la derecha más liberal sin mover un dedo para salvarla.

Pienso que una Concertación en la oposición podría hacer mucho más por mejorar las condiciones políticas, económicas y sociales del país, en lugar de una Concertación "apernada" al pequeño poder político de gobierno, sirviendo de instrumento para la perpetuación de esta "democracia protegida".
Por otra parte, tampoco es descartable la idea de que una derecha que se siente capaz de ser alternativa por la vía democrática, esté más llana a terminar con la tutela militar y con los otros “trucos institucionales” de los que ha hecho uso para conservar sus cuotas de poder.

Noviembre 2000