EL VIEJO Y EL ELÁSTICO SOLIDARIO

por Enrique Fernández M.

Llovía intensamente en Santiago desde hacía tres días. Las dos principales emisoras de televisión emitían, bajo el capote del altruismo del pueblo chileno, una programación especial destinada a “solidarizar” con los damnificados. Periodistas, con cinco años de formación universitaria para ejercer la profesión, literalmente hundidos hasta la cintura en aguas barrosas y sépticas haciendo despachos en directo para “sensibilizar” al resto de la población que no corría tan infausta suerte. Mientras, en los estudios de los canales, las llamadas figuras anclas con rostros circunspectos y almas conmovidas, hacían fervientes llamados para ir en ayuda de los hermanos en desgracia. Por cierto, a esa altura ya habían comenzado a verificarse en vivo y en directo las poco anónimas y por ende bien publicitadas donaciones y contribuciones de empresarios que “ no podían dejar de hacerse presentes en tan desdichada hora y ante el llamado de esta verdadera cruzada ”. Con certeza, los altos puntos de rating que se marcaban a esas horas, eran el revulsivo adecuado para la desazón que embargaba a los promotores de dichos eventos ante el inconmovible destino que siempre aguarda a los sectores pobres ( desposeídos es la expresión en boga para no herir suceptibilidades de nadie ) de Chile ante adversos fenómenos de la naturaleza. Se acepta que siempre ha sido así y siempre lo será.

En medio de la parafernalia y con el aguacero arreciando, desde uno de estos shows mediáticos, se anunció un enlace en directo con un albergue de una comuna capitalina, el cual hasta ese momento, sólo contaba con un huésped. Se trataba de un anciano de más de ochenta años, que para colmo de males cumplía aniversario en tales circunstancias. La nota, como se dice en jerga periodística, quizo ser una suerte de entrevista anodina la cual debía centrarse en la avanzada edad del octogenario y su circunstancial entorno que se esmeraba en hacerle olvidar parte de sus tribulaciones.

Sin embargo, el “viejito” agüo la fiesta al novel reportero al musitar tristemente, como respuesta ante una torpe pregunta, que hasta cuando debíamos vivir de la solidaridad del pueblo chileno, hasta donde debemos estirar el elástico de la solidaridad para solucionar los problemas de este país. El profesional de la prensa sintiose incomodo y replicó con más de lo mismo ante lo cual, el entrevistado no hizo más que ratificar lo expresado. Las declaraciones de tan inicuo entrevistado cayeron como balde de agua fría en el panel del estudio televisivo, obligando al conductor más avezado de los ahí presentes, a realizar una pirueta eufemística para salir del paso y volver a centrar el programa bajo la preconcebida pauta de estimulación pasional de la población.

Bien reza el adagio que más sabe el diablo por viejo que por diablo. El anciano, seguramente hastiado de haber vivido durante decenios las mismas aflicciones, apuntó hacia lo medular y descartó lo accesorio. Lo central es preguntarse porqué casi invariablemente los sectores más pobres de nuestra sociedad son los más afectados. La tragedia no es la inclemencia del tiempo ni la furia de la naturaleza sino la pobreza. Pobreza que conlleva a millones de habitantes a no tener las influencias necesarias para reclamar derechos, para hacer valer su dignidad como ciudadanos, sueños promovidos por los que lucran con la ignorancia y la candidez y que luego son hechos añicos, con la impotencia de quienes vuelven a sentirse inquilinos y no conciudadanos de muchos otros que, mediante la pantalla televisiva, “asisten” a estas repetidas funciones.

Hay que ir en ayuda de estos otros chilenos que lo perdieron todo, se declama por doquier. Concurre como eximente de algunas responsabilidades, el argumento que se trató de el peor temporal de los últimos veinte o treinta años. Ciertamente hay que cooperar en lo inmediato. ¿ Pero hasta cuando se debe invocar a la solidaridad de todos para subsanar problemas que afectan a muchos y que responden a factores plenamente identificados ?

Cuando se trata de dignificar al habitante de nuestro país, hay que permitirle ser consumidor racional no sólo con deberes sino también con derechos. Derecho de reclamar y ser indemnizado si las cirscuntancias así lo ameritan, dotarlo de las herramientas legales para ejercer como un ciudadano que consume y no como un incapaz relativo que debe consumir, para así mover los engranajes de la economía que necesita demanda para su funcionamiento.

Urge una respuesta política a estos avatares. Desde la política desdeñada y vilipendiada por los neoliberales, tanto en su concepto primigenio como en su práctica, debe surgir una respuesta coherente. ¿ cuales son los problemas reales de la gente ? Con certeza ahora estamos en presencia de ellos y resalta con más nitidez la necesidad de contar con instrumentos que habiliten a los ciudadanos para ejercer su derecho de tales. Ahora es cuando podemos comprobar como se comportaron y seguirán comportándose en el poder legislativo aquellos que respaldan, siempre e invariablemente, a los “creadores de riqueza ”. En una actitud de coherencia con lo prometido en su campaña electoral , Ricardo Lagos ha dicho la verdad al país insistiendo en la existencia de una conexión objetiva entre los problemas cotidianos que afectan a todos los ciudadanos y la conducta política de los sectores que defienden con tanto ahínco la inamovilidadad del marco constitucional que nos rige y que les faculta para bloquear cualquier iniciativa legal que pretenda imponer sanciones a quienes hicieron mal uso de la fe pública.

Después del temporal viene la calma. En Octubre próximo y en el 2001, habrán elecciones municipales y parlamentarias respectivamente. Que para entonces el sol continue iluminando a todos y a cada uno de quienes, en esas fechas, seremos los soberanos para decidir si en Chile continuamos estirando el elástico de la solidaridad.

GRUPO PROPOLCO
Junio, 2000.