Demasiado cerca del dogma.

por Manuel Gárate Ch.

Toda religión posee sus guardianes; aquellos que cuidan celosamente del dogma. Con las ideologías sucede lo mismo. La misión de estos personajes consiste en dar la voz de alerta cuando algo o alguien se desvía mínimamente del camino configurado por el modelo.

Lo que hemos visto las últimas semanas en Chile -respecto de las reformas laborales- demuestra el dogmatismo de diversos actores de la vida nacional, no importando el color político al que pertenezcan. Uno se podría preguntar por qué el temor ante un proyecto legislativo que lleva dormido más de 3 años en el Congreso, y del cual todos conocían su contenido. Es más, el año 96 había sido consensuado con la oposición gracias al senador designado William Thayer.

Las respuestas pueden ser variadas, sin embargo, creo que el centro de la discusión se refiere a un aspecto escasamente tratado por los medios de comunicación. Las reformas laborales no son un problema en sí, sino más bien el significado paradigmático que tienen para quienes defienden un modelo de autoritarismo de mercado. La legislación propuesta es apenas tibia respecto de la que tuvo el país hasta principios de los años ochenta o de la que poseen los países más atrasados de Europa. Incluso, uno de los artículos más polémicos (negociación interempresas) fue redactado de tal manera que los empresarios pueden aceptar o rechazar voluntariamente negociar con los sindicatos de ramas industriales. Entonces ¿por qué tanto temor y berrinche?

Personalmente, creo que la respuesta no hay que buscarla en el proyecto, sino en lo que representa desde el punto de vista ideológico. Ya un connotado ex dirigente de los empresarios dijo que esto era el principio del desmatenlamiento de la modernización chilena.

Flexibilidad laboral es el concepto fetiche. El dogma defendido plantea que si el mercado del trabajo no es "flexible" (es decir unilateral) el empresariado no tiene incentivos para contratar mano de obra y por lo tanto se genera desempleo. La idea se resume de la siguiente manera: "a mejores condiciones laborales y de salario, menos puestos de trabajo" La explicación se sostiene en la denominada globalización mundial, que tiende a reducir los costos de la mano de obra en forma constante. El precio del trabajo, en este esquema, debe ajustarse al valor más bajo que tenga en cualquier país que produzca bienes y servicios, no importando en absoluto las condiciones laborales de sus habitantes. Si el ejemplo es el costo de la fuerza laboral semiesclavizada de la china "comunista", entonces todos deben ajustarse a esos precios. Allí existe flexibilidad total.

El principal gremio de los empresarios se ha referido al tema como una "emboscada legislativa" o una virtual "cagada" según palabras del propio presidente de la SOFOFA. Los partidos de derecha están en la disyuntiva de rechazar el proyecto y pagar un fuerte costo electoral o aprobarlo a regañadientes y contravenir a los empresarios. Pero lo más notable de todo es que el gobierno presenta el proyecto solamente para dejar en mal pie a la oposición y apoyar a su candidato presidencial. El ejecutivo no cree en sus reformas e incluso plantea modificarlas antes de que sean aprobadas. Alejandro Foxley, Jaime Ravinet, Gabriel Valdés y otros distinguidos representantes de la Concertación (incluso dentro del PPD y el PS) se han alineado en contra del proyecto tal como está. En definitiva, los únicos engañados son los dirigentes sindicales que participaron de las comisiones legislativas, pues la futura legislación no convence ni a sus supuestos defensores. Ellos también están con el dogma, que cruza todo el espectro político, y que ha sido defendido por todos los economistas en forma unánime: el modelo no se toca. Menos en el país que debe dar el ejemplo en materia de flexibilidad y privatizaciones.

Finalmente, resulta contrastante el papel de Juan Somavía a la cabeza de la OIT, mientras -en su país- se desviven en desmantelar un proyecto de reforma laboral que aún no ha nacido. Los guardianes del dogma neoliberal alzaron la voz y todos agacharon sus cabezas. Nuevamente tendrán que esperar los trabajadores…

Noviembre 1999