"El Regreso del Jedi" o "La Amenaza Fantasma".

por Manuel Gárate Ch.

Los últimos sucesos de la semana política -nuevamente- nos dan pie para pensar que Chile, siguiendo la opinión de un conocido ex director del Banco Central, vive afanosamente entre la euforia de lo que se desea ser y la depresión de lo que realmente se es. La visita del ilustre ex presidente de Renovación Nacional, Andrés Allamand, pareció una bocanada de aire fresco para el enrarecido ambiente que se vive desde la detención de Augusto Pinochet, el 16 de octubre de 1998. Un libro bajo el brazo, cargos internacionales, una nueva visión del mundo y hasta una dosis necesaria de cosmopolitismo, es lo que nos trae este quijote de la derecha moderna. Incluso, algunos volvimos a pensar en la posibilidad de una renovación democrática del conservadurismo chileno.

Pero no era más que otro espejismo en un desierto leno de antiguas y anquilosadas fórmulas autoritarias. Resultó que al mismo momento que parecíamos ver el final de una saga de películas, que podríamos llamar El Regreso del Jedi, es decir, la vuelta del hijo pródigo para liberar a los suyos del yugo de la oscuridad, surge de las tinieblas la verdadera y nunca bien ponderada "Amenaza Fantasma".

En una operación comando digna del más vertical de los ejércitos, los senadores de la derecha, los institucionales y la denominada "Bancada Militar" hicieron patente su malestar y enojo frente a las últimas resoluciones del -antes infalible y respetable- poder judicial. La amenaza nuevamente ha sido puesta sobre la mesa y las razones para ello están en la nueva doctrina de la Corte Suprema respecto de las violaciones a los derechos humanos ocurridas entre 1973 y 1978. En un fallo totalmente inédito, se ha decidido continuar las investigaciones por el caso Caravana de la Muerte, siguiendo el principio de que no es posible amnistiar crímenes sin conocer la localización de las víctimas o las circunstancias pormenorizadas de su muerte. De esto se desprende que el delito de secuestro se sigue cometiendo mientras no se cumpla al menos una de las condiciones anteriores. Esto último, claramente dentro de la línea argumental seguida por el juez Juan Guzmán Tapia, quien también investiga las querellas en contra del Augusto Pinochet.

Impresiona la paradoja de que el principal bastión de los sectores conservadores, por más de 30 años, haya sido el irrestricto respeto a lo fallos judiciales. Sin embargo, ahora que tales resoluciones les parecen adversas e inconvenientes, no trepidan en poner de manifiesto su total falta de consecuencia con los valores que han dicho defender durante un cuarto de siglo.

¿No fue acaso la resistencia a los fallos judiciales uno de los argumentos claves que se han esgrimido para el derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular en 1973? ¿Por qué hoy sus fallos son tachados de políticos o inducidos por no se qué fuerzas internacionalistas? Si un general de segunda línea como Arellano Stark es defendido con esta vehemencia, ¿es posible entonces pensar que Pinochet pueda ser sometido a proceso en Chile ¿Es factible que un candidato de la centro derecha, como Joaquín Lavín, pueda gobernar con un grupo de senadores que actúan en bloque y aparentemente en contra de su abanderado? Estas son sólo algunas dudas de un ciudadano común que lee la prensa y ve la televisión.

No es difícil darse cuenta que el principal enclave autoritario para nuestra incipiente democracia se encuentra en la cámara alta: un senado espúreo, surgido de un sistema electoral distorsionador, con un ala que actúa como bloque corporativo (ni siquiera se distingue ya entre liberales y duros) y que –además- cuenta con una bancada militar incongruente con cualquier democracia occidental. Este sistema está pensado para funcionar de un modo aparentemente normal mientras no se toque lo que el mismo Allamand llamó poderes fácticos. Ocurriendo esto último, inmediatamente se activa el "switch" y se bloquean toda las válvulas de escape. Ni siquiera la -antes insondable- Corte Suprema se salva de ser devorada por el bloqueo de los mecanismos de control heredados en 1989.

Se postula que la interpretación legal de la amnistía debe ser la de 1978. Seguramente, en esa época los jueces eran más independientes, más sabios, más justos y no politizados. En aquellos años también estaban libres de presiones del ejecutivo y ,por sobre todas las cosas, aplicaban una ley sancionada por un legislativo electo democráticamente. En cambio, hoy en día serían irresponsables, politizados y merecedores del cargo de "notable abandono de deberes". Para este sector la evolución ha sido al revés: antes las cosas eran mejores y ahora todo se ha corrompido. Añoranza de una época donde todo se daba a su favor, incluso el cien por ciento de los fallos judiciales.

Como en un cuento de Cortázar o en la saga de la Guerra de las Galaxias, cuando parece que las cosas mejoran, nuevamente se abaten las fuerzas del imperio amenazando el final feliz y dejándonos el desenlace para un próximo capítulo. La derecha que sueña Allamand y que en el fondo muchos deseamos para Chile, aparentemente solo existirá en las páginas de su libro o en una oficina en Washington. Nosotros deberemos esperar que la serie continúe, pues hoy la partida terminó nuevamente en tablas.

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