HA LLEGADO CARTA...

por Max Larrain

La reciente carta enviada por el General Pinochet al Presidente del Senado, senador Andrés Zaldívar, si bien es cierto está dirigida a esa corporación, no es menos cierto que el contenido de su testimonio puede estar apuntado a otros destinatarios, me refiero a miembros activos de las fuerzas armadas, como asimismo a las organizaciones de personal jubilado.

Aparte de pretender ser un documento para la historia -como las cartas que O'Higgins dirigiera desde su exilio- cuyo destino final puede ser la vitrina de un museo, esta carta refleja un cambio de estilo del general con respecto a sus mensajes anteriores, desde el tono soberbio y desafiante a uno moderado y contemporizador.

A primera lectura, no da la impresión de que su mensaje presente novedades deslumbrantes. Sin embargo, si se lee entre líneas se podrá notar que ella se expresa en una especie de código y que hay un variado contenido, más o menos vedado, en ocasiones en forma de pautas, probablemente para ser consideradas por los uniformados en las instancias de diálogo.

Expresa no tener dudas de que las fuerzas armadas harán todos los esfuerzos necesarios para contribuir a la unidad de los chilenos, como también tiene la certeza que lo harán, "con mayor propiedad, quienes hemos pasado por sus filas, testigos de momentos que para las actuales generaciones no es fácil reconstituir". En lenguaje claro, esto se puede interpretar como un llamado a las organizaciones de oficiales en retiro a ablandar posiciones y flexibilizar el discurso, habida cuenta que las nuevas generaciones de militares ya no tienen la misma mística respecto a las motivaciones del Golpe del 73, porque no lo vivieron.

Considera indispensable efectuar en Chile un proceso de revisión histórica, pero "cautelando el honor de las instituciones armadas", en circunstancias que antes aparecía para él una sóla historia y verdad. Probablemente el mensaje va en la dirección de permitir concesiones controladas por parte de los militares.

Da la impresión que él mismo quiere dar término a su estrategia de retirada en fuerza, acción que se caracterizó por la negativa a aceptar cualquier responsabilidad, amenazando con la fuerza cualquier intento por someter a juicio a su gente ("a mi gente no le tocarán un pelo", declaró en algún momento).
Quiere aparecer libre de soberbia y conciliador, pero al mismo tiempo aprovecha de reivindicar su modelo societal como un logro para el país, destacando también su rol como solucionador de tensiones internacionales en los '70 y como "reconstructor de la democracia".

Dentro del contexto internacional, Pinochet destaca su "preocupación por preservar la paz para evitar víctimas inocentes a consecuencia de la guerra". No obstante, sabemos que en el contexto interior, muchas de las violaciones a los derechos humanos se trataron de justificar porque, a su juicio, en Chile se libraba una guerra ideológica de exterminio en contra del "marxismo internacional" ( "estamos en guerra, señores").

Hay también una buena cuota de cinismo e hipocresía al declarar que "el dolor de quienes han sufrido no me fue ajeno en el pasado y menos lo es hoy". Parece que se olvidó de sus atroces declaraciones, no hace mucho, cuando dijo que a los ejecutados se les enterraba de a dos "para ahorrar espacio".

Más adelante expresa : "No podemos negar que quienes hasta ahora hemos sido protagonistas de este período de nuestra historia, no hemos sido capaces de materializar iniciativas suficientes, generosas y creativas que eviten traspasar el problema a generaciones que merecen disfrutar el Chile verdadero que, sin duda, ya ha sido construido". Se entenderá esto como un llamado a sus seguidores para estar dispuestos a ceder algo en aras de preservar el Chile del proyecto histórico fundacional de Pinochet.

Es necesario que algo cambie para que todo siga igual.

Conociendo el carácter ladino del ex-dictador, no me extrañaría que con esta misiva, mezcla de tono conciliador y reivindicativo, esperaba alguna reacción por parte del sector socialista, para entonces acusarlo de entorpecer el diálogo. Afortunadamente no creo que los socialistas hayan "mordido el anzuelo" esta vez.

Entre "tamboreo y huifa", parece que la carta se diluyó en la vorágine dieciochera.
Septiembre de 1999.