EL ATAVISMO HAYEKIANO DEL MERCADO

por Max Larrain

Friedrich A. Hayek supone al mercado que conocemos hoy, como un legado ancestral, cuyos orígenes se encontrarían en el período del neolítico, probablemente cuando los primeros comerciantes habrían llevado barcos cargados de hachas desde Gran Bretaña, cruzando el Canal, para intercambiarlas por ámbar o talvez vasijas de vino, con el sólo fin de obtener una ganancia , sin mayores consideraciones de tipo social.

De esta manera, el libre mercado sería consubstancial a una supuesta naturaleza individualista del hombre.

Otros autores, entre ellos, el respetado investigador y profesor de Oxford, John Gray, afirman, no obstante, que el libre mercado fue una institución producto de un experimento de ingeniería social llevado a cabo a mediados del siglo pasado en Inglaterra, cuyo objetivo fue la de liberar la vida económica de sus controles sociales y políticos . De esta forma se pretendió romper con una modalidad de mercado con fuertes raíces sociales que había funcionado en Inglaterra por varios siglos.

Para el filósofo y economista austríaco, el libre mercado no distribuye ni de acuerdo a necesidades ni de acuerdo a mérito, característica que lo hace justo y necesario. Por lo tanto no puede haber justicia distributiva donde nadie distribuye - agrega.

El libre mercado o catalaxia -como gusta llamarlo- es un juego basado en reglas predeterminadas (no se sabe por quién), en las que el ganador se lleva todo, en virtud de su destreza, fuerza o fortuna. Se entenderá así, que los elementos débiles de la sociedad : ancianos, niños, minusválidos, indigentes, etc., deben esperar pacientemente que el "fondo común" en algún momento rebalse y de esta manera obtener una cuota incierta.

El término justicia social no tiene ningún sentido en una "sociedad de hombres libres", según Hayek.

La justicia social sería un instinto atávico del hombre tribal que aun perdura, pero que es inaplicable a nuestra civilización actual. Afirma que "la razón por la cual la mayoría de la gente continúa creyendo firmemente en la justicia social, aun sin saber lo que significa, es que piensan que si casi todos creen en ella, por algo debe ser."

Hayek desconoce este concepto y su raigambre en la naturaleza del hombre como ser gregario. Condición que no impide su desarrollo individual.

Lo que la sociedad produce es de una diversidad inconmensurable, cúmulo que no se agota en definiciones de bienes y servicios. El conocimiento y la cultura no han sido, hasta ahora, bienes transados en el mercado; más bien constituyen el acervo de la Humanidad, transmitido de generación en generación. El producto de esta herencia se debe al esfuerzo de todos los seres humanos en el pasado y presente, por lo que sus beneficios también deben ser compartidos. Esto es justicia social.

La presentación teórica de Hayek es impecable. La concatenación lógica de su argumentación fascina por su rigurosidad. No me extrañaría que pudiera ser expresada en una fórmula matemática.

Sin embargo, el mundo real del ser humano se mueve en otros planos, ciertamente no matemáticos. La justicia social, aunque ancestral, sigue siendo un sentimiento vigente , humano.

En este sentimiento no hay cálculos maximizadores de beneficio individual. Se puede reclamar justicia para otros, aunque uno no se sienta personalmente afectado por un determinado orden social.

De manera que el concepto de justicia social no puede entenderse sólo mediante el método científico; aquel nace en otra área del ser humano: emana del sentimiento de amor al prójimo.

Dejemos que Violeta Parra se lo explique a Hayek :

"Lo que ha podido el querer
no lo ha podido el saber,
ni el más claro proceder
ni el más ancho pensamiento...
...Sólo el amor con su ciencia..."

Marzo 1999