INCERTIDUMBRES DE LA GLOBALIZACIÓN

por Max Larrain

La toma de control por parte de compañías transnacionales de empresas locales, algunas de ellas enajenadas del sector público y traspasadas al privado durante el régimen militar, como es el caso del sector eléctrico por Endesa España, es un tema que nos debe llevar a una seria reflexión, especialmente a la luz de las futuras e inminentes privatizaciones de otras áreas estratégicas, como ya se ha anunciado.

Lo inquietante del asunto se ve acentuado cuando escuchamos opiniones de expertos en materias económicas, en cuya sapiencia los chilenos confiamos como un pasajero confía su vida en las manos expertas de una tripulación de vuelo.

En el artículo de El Mercurio, cuerpo B, del domingo 11 de abril, intitulado "Una Polémica de Alto Riesgo", se insertan las opiniones, en muchos casos divergentes y contradictorias, hasta rayano en lo jocoso, de cuatro connotados economistas : Alejandro Foxley, Felipe Lamarca, Martín Costabal y Mauricio Larrain.

El factor común de todos ellos es su adhesión irrestricta (con matices quizá) al paradigma económico neoliberal vigente que promueve la apertura de la economía, la desregulación de los mercados y la globalización.

Por su parte, los empresarios, aquellos "creadores de riqueza" según manifestó alguna vez Lamarca, no parecen tener muy claro hacia dónde soplan los vientos de la globalización. Algunos ya han desertado desde las filas de los creadores y emprendedores hacia la comodidad de los rentistas.

No es primera vez que esto sucede en la Historia de Chile. Ocurrió con el salitre el siglo pasado, riqueza que pasó desde prósperos empresarios nacionales al control de capitales ingleses y alemanes. Lo mismo aconteció con el cobre en el primer tercio de este siglo, recurso que fue a parar a manos de empresas norteamericanas.

La energía eléctrica queda ahora bajo control de capitales españoles. Pronto le tocará el turno a los puertos y a las sanitarias, es decir, el agua de beber de los chilenos.

Personalmente no tengo reparos a la inversión extranjera si se regula adecuadamente y no se vuelca exclusivamente a la explotación de recursos naturales y sectores estratégicos, incluso, desde el punto de vista de los enclaves de poder criollos, la diversidad puede ser ventajosa para el desarrollo de la democracia.

Sin embargo, me gustaría ahora escuchar las voces vehementes de los defensores de la "soberanía nacional" y del "honor de la patria pisoteada". ¿Aló? No se escucha.

Veamos lo que opina Lamarca, partidario de la globalización : "Las reglas las ponen los grandes. Hoy las tarifas eléctricas surgen de una discusión entre varias generadoras y distribuidoras con la autoridad. Pero cuando exista una gran empresa, de un país más grande, que controle el sector distribuidor y generador, tal vez el diálogo se convierta en una negociación país a país, es decir, yo dejo entrar tus pescados siempre y cuando arregles las tarifas".

Desde la perspectiva de Larrain -señala el artículo- la pérdida del ímpetu empresarial tiene que ver mas bien con una cierta incertidumbre tributaria, laboral, ambiental y con la proliferación de regulaciones en todos los ámbitos. (Como si esto no afectara también a los capitales extranjeros).

Replica Foxley : "La democracia es por definición la institucionalización de la incertidumbre" (¿?). "Comparativamente tenemos una tasa de tributación de empresas de las más bajas del mundo; un mercado laboral no conflictivo"... "esta es una de las economías más desreguladas del mundo".

Costabal refuta diciendo que no es cierto eso de que Chile tenga una de las tributaciones más bajas para las empresas, "porque al impuesto del 15% los extranjeros deben sumar otro 30% y los coterráneos, un 45%", cita el periódico.

Ante tal disparidad de opiniones de nuestros expertos economistas, en un tema relativamente acotado, no cabe más que dudar acerca del pretendido carácter de la economía como ciencia exacta.

A los economistas les encantan las metáforas:

Si se tratara de una tripulación de un Jumbo que en medio del Atlántico enfrenta una emergencia, el capitán diría que la falla se encuentra en el motor # 1, mientras que el primer oficial opina que es el motor # 2, en tanto que el ingeniero de vuelo y el copiloto se inclinan por pensar que el único motor que funciona es el # 4.

Al final acuerdan comunicar : "Señores pasajeros, al parecer tenemos problemas en alguna de nuestras plantas propulsoras, pero confiamos firmemente que, Dios mediante, arribaremos sanos y salvos a nuestro destino".

Abril 1999.