ESCUCHAD A LOS SANTONES

por Enrique Fernández M.

A no dudarlo, son los tiempos de los economistas. Ellos nos dan seguridad cuando tenemos aprensiones, nos alientan cuando estamos deprimidos, nos muestran el camino de la luz, cuando todo se ve oscuro, pero, por sobre todo, nos advierten de nuestros pecados para que nunca abandonemos la senda del bien obrar.Es así como el erudito Juan Andrés Fontaine, en su "Estado de Situación", artículo aparecido en La Segunda del día viernes 18 de junio recién pasado, página 39, nos anuncia que estamos Cerca del Alba y que debemos ser fuertes para resistir el sufrimiento, ya que "la noche suele ser más oscura y fría cuando se aproxima el amanecer". Se ve luz al final del túnel. No sin antes informarnos, para nuestro consuelo, que "desde los tiempos de José en Egipto las economías alternan períodos de vacas flacas y gordas". Santa verdad.

Pero no todo es bondad y comprensión en sus palabras, también emana de él su deber paterno de hacernos ver nuestros pecados : "La actual recesión se debe a que nos dejamos llevar por el camino del jolgorio y terminamos acumulando un considerable exceso de gastos". También nos advierte de los peligros que asechan en el camino, como caer en los pecados del populismo: "nada sería más dañino que dejarnos arrastrar por la crítica populista hacia las políticas macroeconómicas serias y las modernizaciones indispensables" (en modernizaciones, léase privatizaciones). Pero, fundamentalmente, nos enseña que debemos saber defendernos "de los siempre voraces apetitos políticos".

Cual meteorólogo después de la sequía, nos hace un vaticinio retrospectivo, sentencioso : "Un pronto giro restrictivo en la política macroeconómica habría permitido un aterrizaje más suave durante 1998". En este tipo de economía, sea por acción o por omisión, siempre se es pecador. Por su parte, el ex-ministro de hacienda, senador Alejandro Foxley, libera de responsabilidad a los empresarios en la situación que se vive. "Si los empresarios no invierten, es porque la gente no gasta". "La gente no gasta porque se ha generalizado el temor a perder el empleo". Esta, también, es una tremenda verdad. La incertidumbre es paralizante. La gravedad de esta situación la podrá dimensionar el senador, si la asocia a otra aseveración que él mismo expresó en alguna oportunidad: "la democracia es la institucionalización de la incertidumbre" y que se puede completar con lo escrito por J.J. Brunner: "el mercado y la democracia son, por definición, sistemas de incertidumbres, electivos, cambiantes, competitivos, plagados de asincronías, de cambios y desigualdades".

La incertidumbre generalizada respecto al empleo, o como dice Bourdieu, la precariedad del empleo, es una característica muy propia del tipo de modelo económico que se ha impuesto al país, el modelo "americano" de libre mercado globalizado, que es uno entre muchos otros tipos de capitalismos posibles, socialmente más benignos, como el europeo. El "nuestro" es el modelo económico -el del "círculo virtuoso"- que importaron los santones durante el régimen militar, y que, desde luego se aplicó al pié de la letra y algo más - como siempre en Chile. Basta con remitirse a la draconiana Ley Laboral. Dudo que la baja de tasas de interés, el cambio flotante del dólar u otra medida vaya a convencer muy fácilmente al empresariado, y especialmente a la masa consumidora para que se relajen. La situación se parece más a la "trampa de liquidez" a la que hace referencia Foxley, quien, aunque reconoce que la solución clásica pasa por una política fiscal expansiva, manifiesta su duda. "¿Puede un gobierno que ha comprometido su credibilidad en la mantención de un superávit fiscal, cambiar esa política?", se pregunta Foxley, y concluye que abandonar esta política es más riesgoso. La pregunta es ¿Credibilidad ante quién o ante quiénes?

¿Es más importante la credibilidad del gobierno ante las organizaciones económicas supranacionales que ante su propia ciudadanía? ¿Son tan poderosas? ¿Somos tan vulnerables? Porque, supongo que los economistas se referirán a estas organizaciones, cuando eufemísticamente hablan de "los mercados"o la "confianza de los mercados".

¿Es tan estricto el código de comportamiento establecido por el consenso de Washington, que no es posible el más mínimo desvío? Hoy nos encontramos ante dos posibles situaciones: o la recesión que experimentamos es producto de una coyuntura internacional que se inicia en Asia-pacífico y se extiende a Rusia y al subcontinente sudamericano, ante lo cual no queda más que esperar que la "gripe" siga su curso, o bien somos testigos del principio del fin de un proyecto de capitalismo de libre mercado globalizado, a la americana, que ha pretendido ser la panacea y la solución única a los problemas del mundo, y que Chile, más que cualquier otro país en desarrollo, ha abrazado con tanto fervor. En ninguno de los casos creo que la ortodoxia neoliberal de seguir la agenda de modernizaciones (privatizaciones), y con ello continuar la reducción y el debilitamiento del Estado, es decir, más de lo mismo, nos llevará a buen fin.

Es probable que asistamos a un cambio de ánimo en la política chilena, para mejor, en la que el reencantamiento de la política pueda traer la necesaria confianza a los chilenos; que no estamos a la deriva y que aun es posible rescatar un Estado fuerte que sea capaz de rearticular y dar cohesión a la sociedad. No veo otra forma. A los santones cada vez se les escucha menos.

Grupo Propolco
Junio de 1999