Y Dios dijo: "Hágase la luz", pero no se hizo...

"Las señales del mercado son claras", como diría todo analista de moda, especialmente si es seguidor de alguno de los nuevos gurús nipoamericanos. La aparente infalibilidad de la empresa privada -en lo que a servicios básicos se refiere- parece estar nuevamente en el tapete de la discusión pública. Los cortes de suministro eléctrico que ha sufrido el país en las últimas semanas son una clara muestra de la incapacidad de previsión de los agentes generadores, como una inapelable prueba de un déficit imperdonable en la entrega de un elemento de primera necesidad como es la energía eléctrica.

Que el año ha sido el más seco del siglo; vale. Que los deshielos han sido menores de lo esperado; vale. Que el gas natural llegó tarde; vale. Que las centrales de ciclo combinado han sufrido fallas técnicas; vale. Que los "ecologistas" retardan los proyectos energéticos; vale. Pero todo esto lo sabíamos desde hace meses, especialmente el gobierno y las empresas generadores y distribuidoras de energía. Entonces, por qué la improvisación y la anarquía informativa que vivimos hoy en día. Por qué entonces los apagones sorpresa y el caos en las calles de Santiago. Por qué la autoridad democráticamente elegida se entera de¡ asunto cuando se le apaga sorpresivamente su computador, quedando en la misma indefensión que el resto de los chilenos.

Si la situación era tan grave, entonces por qué no comenzamos desde hace un par de meses con cortes programados en las noches. Por qué no se bajó el voltaje cuando aún era posible ahorrar electricidad. Por qué no se comenzó a operar con antelación las centrales a gas y no permitir el desabastecimiento completo de las fuentes hídricas. Por qué no se hizo una campaña de ahorro voluntario. Realmente es como para desconfiar de nuestros cuadros técnicos y políticos: CERO capacidad de previsión (como diría un conocido comentarista deportivo) ¿No será que la autoridad estatal (y subrayo estatal) no tenía idea de nada, mientras las decisiones se tomaban a otro nivel?

Las sospechas aumentan cuando se piensa que lo sucedido no fue realmente un accidente, sino que el fruto de una serie de decisiones económicas propias de¡ más enconado seguidor de¡ individualismo metodológico ¿Acaso, la mejor manera de imponer una situación no es por la vía de la política de hechos consumados ¿Acaso no era más "barato" esperar que se agotaran las fuentes hídricas de energía antes que poner a funcionar las onerosas plantas a gas natural.? En definitiva, el usuario no pagaría más dinero por esta energía prodücida a un mayor costo, por tanto es preferible incluso enfrentar los reclamos que realizar el gasto. Probablemente la autoridad no permitiría un número de demandas que pusieran en peligro las utilidades de las generadoras.

¿Qué nos dice el sentido común imperante respecto a situaciones de este tipo? En primer lugar, ante un servicio deficiente, el cliente es quien tiene la última palabra. Es decir, debe ser indemnizado cuando el producto ofrecido o prometido es deficiente. En segundo término, ante un servicio de mala calidad, sólo cabe buscar un oferente competidor con una mejor alternativa. Pero resulta que la teoría se viene abajo cuando comprobamos que no existe ninguna de las dos cosas. Ni el cliente es soberano, ni existe alternativa viable. Entonces, sólo queda recurrir al agente "regulador del mercado". Pero resulta que éste tampoco entiende lo que sucede y sólo trata de explicar lo que otros le ocultan (?). Peor aún, no fue capaz de preveer (ver antes) y menos ahora de sancionar. Finalmente, es tan víctima como cualquiera de nosotros.

Pobre Estado. Huérfano, desinformado, y sin energía. Parece que alguien le quisiera poner una lápida.

Manuel Gárate Ch
Grupo Propolco