Cuando a principios de este año
nuestro grupo resumió sus principios fundacionales en dos ideas centrales
: a) Una abierta oposición a los postulados del neoliberalismo y sus
desastrosos efectos en las sociedades en que se han implementado, y b) la
superación de esta fase crítica para intentar alternativas propositivas,
no pensamos que a tan corto plazo los acontecimientos mundiales se moverían
rápidamente hacia la confirmación de nuestra intuición.
En efecto, la crisis mundial del sistema que se originó en Asia ha
alcanzado, en menos de un año, buena parte del mundo, afectando principalmente
a las economías en desarrollo que, con fervor esperanzado, adoptaron
las recetas impartidas por los organismos internacionales que sustentan el
modelo neoliberal : el FMI y el Banco Mundial. La revista estadounidense Newsweek
-indudable sostenedora del establishment- ha debido dedicar su número
de la semana del 12 de octubre a tratar extensamente esta crisis, que para
algunos tiene carácter terminal.
La entrada en el nuevo milenio
nos debería llevar a la búsqueda de una alternativa al modelo
económico aplicado hasta ahora; a su reemplazo por un esquema económico
que sea verdaderamente sustentable, no sólo en consideración
a la dosificación racional del empleo de los recursos naturales sino,
fundamentalmente, desde la perspectiva del beneficio del ser humano. Un modelo
que apunte a la integración social y no a su desintegración
, como es el caso de la economía neoliberal, la cual, dada la polarización
económica que implica, compromete seriamente la estabilidad democrática
de la sociedad en el mediano y largo plazo.
Es así como surge la necesidad de reemplazar el Estado y la economía
neoliberal por un Estado de Seguridad Social basado en una economía
social de mercado centrada en su verdadera acepción : en la que el
producto de la técnica capitalista de producción acuda en beneficio
de toda la sociedad, de manera directa y no por "goteo" como parece
ser el caso en Chile.
Por una parte, la declinación del Estado de Bienestar en los países desarrollados a partir de 1989, se debe principalmente a la contradicción entre la esencia de la economía capitalista primitiva, propugnada por el neoliberalismo -en la que prima por sobre todo la maximización del beneficio y la acumulación del capital- y los costos derivados de un sistema de seguridades sociales que incluyen beneficios de salud, educación y previsión social para todos sus ciudadanos.
El sistema capitalista de inspiración keynesiana que sustentó
al Estado de Bienestar logró compatibilizar el crecimiento económico
-a alturas soñadas pero jamás alcanzadas por el liberalismo
precursor de la debacle de 1929- con las aspiraciones sociales de las grandes
masas, al mismo tiempo -y talvez por la misma causa- que amplió y consolidó
los derechos civiles y sociales del sistema democrático. Este esfuerzo
fue necesario, por lo demás, para elevar la salud y la educación
a niveles adecuados para el desarrollo de la segunda y tercera etapa de producción
: la productora de bienes manufacturados y la de servicios, al tiempo que
se cimentaban las bases para pasar a la etapa superior : la del conocimiento.
Como efecto de la globalización, el capital transnacionalizado vio
la oportunidad de moverse hacia las zonas periféricas en busca de obra
de mano más barata, libre de las regulaciones y de los "costos"
derivados del alto estándar de vida alcanzado por los trabajadores
de los países desarrollados. De esta forma el capital, por la vía
de la competencia extorsionadora, intenta maximizar su ganancia mediante una
"nivelación hacia abajo" en las condiciones de la fuerza
laboral mundial.
Por otra parte, es falso que nuestro
país, en un lapso de veinte años, podría alcanzar niveles
de desarrollo comparables con la Europa de hoy por la mera vía del
crecimiento económico, como se ha vaticinado . Eso es confundir crecimiento
con desarrollo.
Si queremos llegar a la condición de país desarrollado no podemos
saltarnos la etapa del Estado de Bienestar o Estado de Seguridad Social, el
cual debe garantizar la elevación de las condiciones sociales necesarias
para que la ciudadanía, en forma masiva y no como "bolsillos"
de desarrollo, alcance grados de salud, cultura y educación compatibles
con la segunda y tercera etapa de producción a la que se aspira.
La sóla iniciativa privada
no es capaz de llevar a cabo esta forma de desarrollo. Se trata de un esfuerzo
de inversión que está más allá del alcance del
volúmen de los capitales nacionales. Tampoco es necesario que así
sea. La mayor parte de los regímenes de bienestar social europeos exitosos
se basó en una mezcla de aporte estatal neto y de aporte del conjunto
de la sociedad a través de un sistema tributario progresivo. Se podrá
argumentar que tal carga impositiva desalienta la inversión, sin embargo,
la experiencia desmiente tal afirmación, toda vez que los gobiernos
de derecha que reemplazaron a los socialdemócratas en los ochenta,
lejos de disminuir la carga tributaria, la aumentaron, conscientes de que
los beneficios obtenidos incidían directamente en la calidad y competitividad
de la fuerza laboral europea.
Más recientemente, el alza tributaria implementada por el presidente
Clinton en 1993, repudiada por el conservadurismo, obtuvo como resultado el
paso desde el déficit al superávit en las cuentas fiscales y
las más bajas tasas de desempleo en treinta años, con lo que
una vez más la realidad desmiente el mito neoliberal de la incompatibilidad
entre tributación y crecimiento económico. (Ver Newsweek, 12.10.98,
p.4).
Las noticias relativas al incremento
de la cobertura del Fondo Nacional de Salud en nuestro país, señalan
un pequeño pero significativo avance en la dirección correcta.
Otras iniciativas en las áreas de educación y previsionales
deberán seguir : el establecimiento de un seguro de cesantía
y la creación de una AFP de administración estatal que de garantías
y seguridad a la gran masa de cotizantes de que su dinero estará allí
el día que lo necesiten, en vista del manifiesto fracaso en la administración
del sistema previsional privado.El ejemplo de Fonasa, el Banco del Estado, y las Fuerzas Armadas, entre otras
administraciones fiscales eficientes, son un claro desmentido a otro mito
de los neoliberales : la supuesta superioridad de la administración
privada por sobre la estatal.
Horacio Max L. Larrain
Magister (c) en Ciencia Política
Universidad de Chile
GRUPO PROPOLCO
Octubre de 1998.