PORQUÉ DESDE UNA PERSPECTIVA DE IZQUIERDA Y CONCERTACIONISTA, ES PREFERIBLE VALDÉS Y NO LAGOS PARA EL 2000.

En la estela de las recientes elecciones parlamentarias, ha quedado en el oficialismo la amarga sensación de haber malgastado una oportunidad histórica para una verdadera recuperación de la democracia en Chile. La Concertación de Partidos por la Democracia ha perdido momento.

No son pocos los aletargados que recién despiertan de un largo sueño invernal que comenzó con la complacencia triunfalista del plebiscito de 1988, reafirmada por el triunfo en las presidenciales de 1989. En ésa oportunidad se pensó que la democracia había vuelto en gloria y majestad, para quedarse. Se creyó que el proyecto fundacional del régimen militar había llegado a su fin. Los detalles que quedaban podían arreglarse en el camino. Total, con un apoyo de casi los 2/3 de la gente, esto era "pan comido".

Al parecer tomó su buen tiempo antes que los más "avispados" pudieran percatarse que habían caído en la "trampa institucional" tendida por el régimen de Pinochet, mediante los mecanismos de relojería inscritos en la Constitución de 1980 : sistema electoral bimominal, senadores designados, entre otras instancias, todas ellas - se argumenta - para "establecer equilibrios" y proteger los intereses de las minorías en contra de "abusos de las mayorías". El resultado concreto es que en este país es la minoría de derecha la que termina por imponer su voluntad sobre la mayoría de los electores ( aberración de democracia). No existen recetas para escapar de esta artimaña ( ¿ o será ésta la afamada "picardía del chileno"?).

Algunos proponen la via de la movilización de masas para forzar un plebiscito. No way.

Otra solución consistiría, a nuestro juicio, en la elección por parte de la Concertación, del canditato presidencial adecuado. Dicho de esta manera, parece una obviedad. Sin embargo, no es un asunto menor. Desde luego requiere de un esfuerzo no carente de generosidad, agudeza y sentido común, pero por sobre todo requiere de visión a más largo plazo.

La Concertación debería desde ya asegurar su candidato, de lo contrario se verá expuesta a pugnas de desgaste tanto al interior de la DC como en la relación de ésta con el conglomerado PS-PPD, situación que sólo beneficia a una oposición ansiosa de ver correr sangre en el oficialismo y empeñada en transformar la pugna presidencial en una contienda a tres bandas.

Por un lado, nadie puede dudar de la capacidad de liderazgo de Ricardo Lagos. Las encuestas son elocuentes. Se trata de un conductor que reúne dos aspectos deseables en el liderazgo político moderno : el político y el tecnocrático.

No obstante lo anterior, la Concertación, y especialmente el eje PPD-PS, deben reflexionar acerca de la inconveniencia de gastar la opción Lagos en un gobierno que, a falta de reformas constitucionales, con toda probabilidad resultaría en una mera gestión de administración de un régimen institucional rigidizado y de tinte oligárquico, en que el poder político se encontraría amilanado por los poderes fácticos.

Si las reformas a la Constitución no están aseguradas - y los resultados de diciembre pasado indican que no lo estarían en los próximos 8 años - un eventual gobierno de Lagos no podría hacer nada por cambiar la situación, lo que resultaría en una gran frustración para las expectativas del país, en general y de la izquierda concertacionista, en particular.

Por otro lado, tenemos a un líder político de la estatura de Gabriel Valdés, con un potencial de convocatoria talvez más amplio que la de Lagos y probablemente el único candidato democristiano aceptable para el PS-PPD.

No se trata, desde luego, de proponer que aquello que no es bueno para Lagos, sea bueno para Valdés. Se entenderá por lo que explico a continuación.

Contrario a la creencia en boga que hace hincapié en la supremacía de lo tecnocrático por sobre lo político, lo que se necesita para el próximo gobierno es una conducción con preponderancia de lo político, en su mejor y más amplio sentido. Existe la necesidad de transformar la conducción política del Estado en motor principal de un proyecto país, hasta ahora fundamentalmente basado en el crecimiento económico.

Además, la habilidad negociadora de Valdés puede ser un elemento valioso para encarar, en su momento, las reformas constitucionales con posibilidades de éxito.

Si la autocrítica de la Concertación reconoce su fracaso político en el intento de conformar una verdadera democracia hasta ahora, bien le vale la pena en estos momentos enmendar rumbos y pensar en grande, desligarse de los pequeños orgullos o ambiciones personales y partidistas y poner todo empeño en reafirmar el espíritu concertacionista y la voluntad de perdurar como la única alternativa realmente democrática que se le presenta al país.

por Horacio Max L. Larrain
Magister en Ciencia Política Instituto de Ciencia Política Universidad de Chile