TRES DOCUMENTOS Y UN PLEBISCITO.

por Enrique Fernández M.

Han transcurrido diez años de vida de la Concertación de Partidos por la Democracia. Como una suerte de conmemoración de los dos lustros, se gestan tres documentos. Los dos primeros caricaturizados de autocomplaciente y autoflagelante respectivamente, pero "tranversales" haciendo alusión a que lo firman personalidades de todos los partidos del conglomerado. El último de los tres, exclusivo del llamado mundo o sensibilidad "progresista".

A veces esta Concertación da la impresión de un cuerpo con tres cabezas. Algunos de los contenidos antagónicos de los documentos, permiten emitir un juicio ex-post: la Concertación se nucleó sólo para oponerse a la conculcación de los derechos políticos de los chilenos, en el sentido schumpeteriano del término, pero no concitaba entre sus adherentes, el mismo rechazo hacia el modelo económico neoliberal que el gobierno de Pinochet se encargó de imponer al país.

Lo esencial en la adscripción de estos sectores al esquema de economía de mercado a la "chilensis", es que participan de una especie de despotismo ilustrado que hace referencia a sostener que lo que se decidió y se impuso durante la dictadura estuvo bien, y que no pueden ni deben las mayorías modificar tales preceptos pues ahí, fatalmente, perderíamos el tren del desarrollo, el liderazgo latinoamericano en inversiones extranjeras, etc.

Recordamos las siete modernizaciones que en 1979 José Piñera propuso al entonces Capitán General, de las cuales aquellos economistas positivistas se encargarían de implementar las dos más importantes : reforma laboral y reforma previsional. También asistimos a la mutilación de los sistemas estatales de salud y educación, surgiendo las Isapres y la figura de los "sostenedores de colegios ". En estos dos casos, no se trataba de un estado participando en actividades productivas sino que por el contrario, de conquistas mesocráticas que otorgaron la posibilidad de competir equitativamente a todos los miembros de la sociedad chilena.

En estos diez años no hemos podido discutir abierta y pluralmente estos temas, porque para muchos en las huestes concertacionistas, se trata de discusiones trasnochadas e incluso de mal gusto siquiera nombrarlas, ya que nos hacen más inestables políticamente y por tanto menos competitivos, ahuyentando así a los inversionistas. Pero no solamente la auto-censura de una parte de la Concertación basta para explicar este cuadro. También hay culpabilidades externas, causas " medulares y/o estructurales ".

Los magos de la economía neoliberal tenían una carta bajo la manga, por si llegase a ocurrir que, restaurada la Democracia, aflorasen inconfesables e irreprimibles deseos de que todos discutiesen y acordasen lo que quieren como proyecto de sociedad en estos ámbitos. Se dotó al país de un marco constitucional que hace prácticamente imposible participar de un ejercicio democrático real, en aras de salvaguardar la mantención del modelo económico.

De este modo, muchos en la Concertación, de tanto cuidar la criatura llamada economía de libre mercado, han descuidado y hecho languidecer el principio esencial de toda democracia: gobernar según los acuerdos de la mayoría con respeto a la minoría.

Los tres documentos nos demuestran con su mera presencia, que al crearse la Concertación todos coincidían sólo en un aspecto capital : el fin de la dictadura en lo político - restitución de una poliarquía - pero no para reemplazarla por una genuina democracia sino que por una democracia protegida o funcional al modelo económico. Como bien lo expresara Norbert Lechner " La democracia queda restringida a una democracia electoral a la vez que se entrega al gobierno la responsabilidad de hacer cumplir los "imperativos" técnicos de la racionalidad económica ".

Para romper esta inercia que, desde fuera de la Concertación generan los enclaves autoritarios de la Constitución de 1980, aquellos sectores concertacionistas que sí están por democratizar el debate de todas las cuestiones de la sociedad, pretenden producir condiciones de movilización social que presionen la convocatoria de un plebiscito respecto de ciertas reformas a la Carta fundamental.

Más allá del purismo técnico de tratarse más bien de un referéndum que de un plebiscito, puesto que se convocaría a la ciudadanía a entregar su opinión sobre ideas o conceptos y no por una persona, lo importante es analizar qué viabilidad política tiene dicho proyecto. Cabría recordar que han debido pasar diez años, sumada la alerta constituída por el resultado de las parlamentarias de 1997, para convencer a muchos dentro del mundo concertacionista del fracaso de la política de los consensos. ¿ Será esta idea-plebiscito otro esfuerzo voluntarista aplaudido por la derecha y los poderes fácticos, que se refocilan con la candidez de la Concertación ? ¿ Necesitaremos otros diez años para darnos cuenta que a veces es mejor optar por alianzas coyunturales pero certeras, que privilegiar la estridencia vacía de efectos concretos ? ¿ O se trata de "reencantar" a la gente a cualquier precio en vista de una convocatoria electoral ?

Los tres documentos y el proyecto de plebiscito nos hacen reflexionar y preguntar. Si estas gentes deben consensuar un programa de gobierno, ¿ cual es realmente el mínimo común denominador de éste ? Para que todos salgan en la foto, al ser tan extenso y tranversal el grupo a fotografiar, debemos retroceder el foco lo suficiente como para conseguir tal objetivo. Sin embargo, la distancia así generada no permite distinguir nítidamente quien es quien en la fotografía.

Un millón de votos nulos y blancos en Diciembre de 1997, nos demuestran la gravedad que puede revestir para la legitimidad del sistema político democrático, privilegiar amplitud por profundidad.

Enrique Fernández M.
Magíster (c) en Ciencia Política Universidad de Chile
GRUPO PROPOLCO Julio 1998.

Piñera, José. La Revolución Laboral en Chile. Editorial Zig-Zag S.A. 1990. Pág. 143.

Cortés, Antonio. La Época, Año 3 Nº 759, 28 de mayo de 1998.

Lechner, Norbert. Revista Centro Estudios Públicos. 70 (otoño 1998), pág. 241.

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