NEOLIBERALISMO VERSUS DEMOCRACIA

Por Max Larraín

Mientras el pensamiento neoliberal postula que las potencias creadoras del ser humano se realizan mediante la irrestricta libertad de acción del individuo, el pensamiento democrático apunta que tales potencias se generan en el seno del colectivo democrático. Este ve en el ser humano las posibilidades de una relación, no solamente de conflicto, sino también de cooperación y solidaridad, en un colectivo cuya adición de uno mas uno es más que dos. El primero, en cambio, se inclina por el individualismo y la atomización del Hombre, como una especie de big bang en un universo formado sólo por individuos, cuya única relación entre sí se da en el espacio del mercado competitivo.

No nos debe extrañar, entonces, la crisis que observamos en las asociaciones humanas -a la que no escapa por cierto la crisis de la familia- bajo este experimento neoliberal que nuestro país lidera en el ámbito latinoamericano. Somos, como lo afirma un buen amigo mio, el "laboratorio del doctor Hayek".

Para Hayek, el gurú del neoliberalismo, la democracia representativa no es mas que un procedimiento para determinar decisiones gubernativas, pero que no posee finalidades. El juego democrático, y por lo tanto, la política, se transforma así en obstáculo para alcanzar otras finalidades, que él no especifica, pero que sus seguidores interpretan como el desarrollo, fundamentalmente considerado en su aspecto macroeconómico.

El neoliberalismo ve con espanto la posibilidad de que en una democracia sea la voluntad de las mayorias la que decida sobre las minorías, algo que para un demócrata constituye la esencia misma de la democracia. Para la ideología neoliberal el principio del gobierno de las mayorias, con respeto a las minorías, no es suficiente. No es funcional al objetivo de concentración del poder económico -poder sobre los poderes en la sociedad posmoderna- en manos de elites transnacionalizadas.

Fue bajo la influencia hayekiana que el constituyente elaboró la Carta de 1980, la que desde el punto de vista del desarrollo democrático representa un manifiesto retroceso respecto a la Constitución de 1925. La actual Constitución se impuso a contrapelo con la tradición democrática chilena, que destacó a nuestro país en el concierto de las naciones.

Tanto la institución de los senadores designados como el sistema binominal representan el obstáculo que la Carta Fundamental dispone para impedir el mandato de la mayoría ciudadana. Pero también están para tal fin el Consejo de Seguridad Nacional y el Tribunal Constitucional, instituciones capaces de revertir la voluntad mayoritaria expresada democráticamente.

El primer compromiso establecido en las Bases Programáticas del Segundo Gobierno de la Concertación, en cuanto a "la recuperación cabal de la Democracia y su perfeccionamiento", quedó como letra muerta. De hecho, en el Libro de la Defensa Nacional de Chile, publicado por el Gobierno el año pasado, no figura el desarrollo de la Democracia como un Objetivo Nacional.

La insistencia de sectores y personeros ligados al oficialismo en el sentido de declarar que la transición a la democracia en Chile concluyó con la entrega de la Comandancia en Jefe del Ejército por parte del General Pinochet y que el país vive ahora en plena democracia, se entiende como un esfuerzo por crear una imágen-pais favorable a la inversión extranjera. Sin embargo, también se puede interpretar como una señal de que el discurso neoliberal ha desbordado el ámbito de la derecha para alcanzar sectores concertacionistas, los que al parecer se sienten muy cómodos bajo este régimen de "democracia protegida".

Max Larrain

Grupo Propolco.