DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO.
Por
Enrique Fernández M.
La
revolución neoconservadora que se instauró durante la dictadura militar de
Pinochet y que se afianzó durante los gobiernos concertacionistas, cumplió el
anhelo que siempre deseó para si cualquier proyecto revolucionario de la
izquierda marxista: trastocar todas las estructuras sociales, reformularlas y
comenzar desde una línea seminal imponiendo un nuevo sentido común.
Antonio
Gramsci, destacó el papel que debía corresponderle en esta tarea al
intelectual orgánico, en el copamiento de todos los segmentos societales; su
labor como ente difusor y multiplicador de la revolución a partir de su diario
accionar. José Maria Escrivá de Balaguer bien supo aprovechar este mensaje.
La
Vanguardia, desde el punto de vista leninista, en esta revolución le
correspondió a los economistas neo clásicos, ascendidos a la categoría de
iluminados. La economía y no ya la política, debía ser el puntal de la
preocupación ciudadana nacional y mundial. Los parámetros de la economía
comenzaron a aplicarse en todas y cada una de las relaciones de los miembros de
la sociedad y así supimos de marketing político, ingeniería electoral,
candidato mediático, etcétera...
Frente
a la vacuidad ideológica de las propuestas políticas, se hizo más importante
el cómo se dice algo, cómo se le transmite y se presenta frente al elector (
cliente ) que la naturaleza o esencia misma de lo propuesto. Entonces, tornose
chic y de buen nivel hablar de estrategias comunicacionales, empresas de asesoría
de imagen, consultoras, siendo para muchos esta jerga tan incompresible como
resulta la jerga médica o de economistas. Sin embargo, a los médicos acudimos
cuando enfermamos en cambio la fraseología económica y ahora mediática, nos
inunda y permea en todo lo que hacemos y no hacemos en esferas pública y
privada.
Crípticos
códigos que sólo los iniciados pueden o deben entender en su debido alcance. Dícese
en el Mercurio: La Conferencia Episcopal,
desde junio de 2002 cuenta con una oficina de Comunicaciones y Prensa. Hasta
aquí nada más banal y pedestre. Sin
embargo, ellos desde hace un tiempo no trabajan solos: los asesora Nexos
Comunicaciones, una firma especialista en apagar
incendios en los medios de comunicación. Y en administrar
los silencios (fueron contratados por el Banco Bice, por ejemplo, para
manejar su imagen, tras el millonario robo de joyas de la sucursal Nueva
Costanera).
Una
de las dueñas de la empresa en cuestión, Carolina García de la Huerta,
intenta explicar al perplejo lector, en qué consiste la labor de Nexos
Comunicaciones: realizamos diagnósticos, posibles
impactos informativos, análisis de coyunturas, etc. ¿Quedó claro? Que diría Hermógenes Pérez de Arce que siempre
gusta recordar que el 80% de los chilenos no entiende lo que lee. Frente a este
ejercicio de retórica aristotélica es probable que cerca del 100% no entienda
fehacientemente de qué estamos hablando. Sin duda habrá que echar mano de
avezados exegetas para entender el peculiar trabajo de estas agencias.
García
de la Huerta tenía reservado, sin embargo, una “delikatessen” para quienes
tuvimos la osadía de seguir leyendo el artículo, desbrozando eufemismos y así
encontrarle un diáfano sentido. Agregó: los tiempos de la Iglesia, los tiempos de Dios, no son los mismos que
los de la prensa y para eso estamos nosotros!
Buena
cosa, Juana Rosa. Qué curiosidad saber como una firma especialista apaga
incendios en los medios de comunicación. ¿Con agua, espuma sintética, o
incentivos y torvas presiones? Cómo se administran los silencios, qué rama de
la ingeniería ocupase de estas materias y con qué herramientas intelectuales
se bate? Cómo manejan la imagen de sus clientes, será dando más o menos luz
de exposición ciudadana o lisa y llanamente trucando y escamoteando la
realidad?
Agosto 2004