¿ES
LA GLOBALIZACIÓN UNA IDEOLOGÍA?
Por
Max Larraín (21-09-04)
IDEOLOGÍA:
"Fe social para-racional que pretende la constitución de una sociedad utópica
a partir de un universo dado" (Profesor Joaquín Fermandois
Antes
de responder a esta pregunta quisiera hacer una distinción entre dos conceptos
que, pudiendo ser muy similares en apariencia, a mi juicio son diferentes en su
génesis, en su desarrollo y en sus fines. El primero es la llamada globalización,
entendida como la intensificación de las conexiones inter-societales a lo largo
y ancho del mundo. Un hecho aparentemente espontáneo, producto del desarrollo
científico-tecnológico, especialmente en el área de las
comunicaciones y el transporte, en la que no intervendría ningún factor
proveniente de grupos de interés, sean estos: empresas multinacionales, ONGs,
instituciones internacionales o países, sino el fenómeno en su manifestación
pura y natural.
Varios
autores, de diferentes posiciones políticas, definen la globalización como un
fenómeno producto de múltiples causas y también de múltiples efectos. Lo que
parece común a todos ellos es que la globalización es referida como hecho
neutral, como un dato de la causa. Está ahí por si sola, como producto del
progreso científico-tecnológico.
John
Baylis y Steve Smith definen la globalización como “un proceso de creciente
interconexión entre sociedades, de tal modo que lo que ocurra en cualquier
parte del mundo tiene cada vez mayor efecto en personas y sociedades en otros
lugares remotos”.[1]
Desde
una perspectiva más ligada a la ciencia económica, Joseph E. Stiglitz, premio
Nobel de Economía 2001, la define como “la integración más estrecha de los
países y los pueblos del mundo, producida por la enorme reducción de los
costes de transporte y comunicación, y el desmantelamiento de las barreras
artificiales a los flujos de bienes, servicios, capitales, conocimientos y (en
menor grado) personas a través de las fronteras”.[2]
El
sociólogo Anthony Giddens, el gurú de
la Tercera Vía, define la globalización como una “intensificación de las
relaciones sociales a nivel mundial que enlaza realidades distantes de tal
manera que acontecimientos locales se ven perfilados por eventos que tienen
lugar a mucha distancia y viceversa”.[3]
De
manera que, la globalización puede significar muchas cosas. Significa la
expansión de nuevas tecnologías de producción industrial y de comunicaciones,
del comercio, el capital financiero y la información. Implica también que la
mayor parte de las economías, salvo excepciones, están interconectadas lo que
provoca que casi todas las sociedades o bien son industrializadas o están en
proceso de industrialización.[4]
Visto
desde esta perspectiva y en consideración a las diferentes definiciones que se
recogen acerca del concepto globalización, es posible concluir que este es un fenómeno
producto del progreso de la Humanidad, el cual carece de contenido ideológico.
En este sentido concuerdo que se trata de un proceso histórico irreversible.
Hasta aquí podría responderse la pregunta que origina este trabajo.
El
segundo concepto es el que llamo proceso
globalizador. Entendido esto como una acción volitiva -voluntariosa si se
quiere- más bien pro-activa, que apunta a canalizar la globalización dentro de
ciertos parámetros políticos, económicos y de valor, mediante el impulso dado
por determinados actores internacionales
El
proceso globalizador, que a menudo se
le confunde con la globalización, posee otro contenido. Este es un fenómeno
mas bien ideológico cuyos orígenes se remontan a los años en que surge la
Nueva Derecha (New Right), hacia fines de los años 70 en la Gran Bretaña de
Margaret Thatcher y principios de los 80 con la inauguración de la presidencia
de Ronald Reagan en Estados Unidos.
Esta
Nueva Derecha, inspirada principalmente en los escritos filosóficos del
economista político austríaco Friedrich A. Hayek (1899-1992) y el economista
norteamericano Milton Friedman, redescubridor de la doctrina monetarista, se
asocia a la teoría económica neo-clásica cuya característica principal
radica en una nueva interpretación de las teorías que sobre el libre mercado
desarrolló el filósofo escocés Adam Smith en el siglo XVIII.[5]
Con
estos elementos doctrinarios, se desarrolla durante el gobierno de Ronald Reagan
una nueva economía que periodísticamente se bautizó como “reaganomics”,
pero cuya designación más técnica fue la de “supply side economy”
orientada a la preferencia por el factor capital y con un marcado énfasis en el
libre mercado, la reducción tributaria corporativa, la desregulación, el
gobierno reducido y el rol subsidiario del Estado, entre otros rasgos.
Esta
nueva doctrina económica constituyó una potente revolución dentro de la técnica
de producción capitalista. La orientación keynesiana original del Fondo
Monetario Internacional, que subrayaba los fallos del mercado y el papel del
Estado en la creación de empleo, fue reemplazada, a principios de los años 80,
por la sacralización del libre mercado, como parte del nuevo “Consenso de
Washington” -entre el FMI el Banco Mundial y el Tesoro de Estados Unidos,
sobre las políticas correctas para
los países sub-desarrollados- que marcó un enfoque completamente distinto del
desarrollo económico y la estabilización.[6]
Muchas
de las ideas incorporadas al Consenso se originaron como respuesta a los
problemas económicos que presentaban los países de América Latina tales como,
la crisis de la deuda externa, la pérdida del control presupuestario y las
inflaciones rampantes. No obstante, al poco tiempo fueron medidas consideradas
aplicables a todos los países del mundo.
La
agenda de la Nueva Derecha puede ser resumida de la siguiente manera: el Estado
no tiene ningún rol como productor y las empresas públicas deben ser
traspasadas al sector privado. El supuesto es que la empresa privada administra
mejor que el Estado. El status de individuo consumidor debe prevalecer sobre la
condición de individuo ciudadano en lo que respecta al concepto de servicio público.
El Estado debe asumir un rol subsidiario, como proveedor de servicios que el
mercado considera de la esfera del bien público no rentable en dinero directo,
como las relaciones exteriores, la defensa, la policía, la emisión de dinero,
etc. El estado de bienestar deja de ser un mecanismo social extensivo para
orientarse solamente hacia la pobreza más crítica. [7]
Estos
son los grandes lineamientos que conforman el plan del proceso globalizador
encabezado por el FMI y por el Banco Mundial, cuyo contenido está basado en el
modelo capitalista anglo-sajón.[8]
Cualquier país en vías de desarrollo que quiera ser considerado como sujeto de
crédito por parte de dichas instituciones internacionales, deberá ajustarse a
las recomendaciones (más bien exigencias) que ellas señalan.
Desde
luego, este modelo ha sido objeto de fuertes censuras desde diferentes ámbitos,
incluyendo críticas de parte de algunos académicos como Joseph E. Stiglitz,
premio Nobel de Economía 2001, un “insider” en su calidad de ex economista jefe y vicepresidente senior
del Banco Mundial.
Otro
crítico del carácter ideológico del proceso globalizador es George Soros,
financista norteamericano, economista de la London School of Economics y
multibillonario. El argumento de Soros:
El
neomarxismo, el neoconservadurismo y el fundamentalismo del mercado padecen de
un mismo mal. Los
tres están anclados en la ciencia decimonónica, que había adoptado una visión
determinista del mundo. Charles Darwin sostuvo que la evolución de las especies
dependía de la lucha por la supervivencia. Karl Marx sostuvo que las
condiciones materiales determinan la superestructura ideológica, que es lo
mismo que afirmar que la ideología dominante depende de los intereses de la
clase dominante. La economía clásica, por su parte, estableció que la búsqueda
ilimitada del beneficio propio garantiza una distribución óptima de los
recursos. La combinación de estas tres ideas ha dado pie a una ideología que
combina la fe en los mercados con la fe en la supremacía norteamericana. Según
esta ideología, Estados Unidos habría triunfado en la lucha por la
supervivencia gracias a que dio campo libre a las fuerzas del mercado, y tal
triunfo prácticamente nos obliga ahora a imponerle al mundo nuestros intereses
y nuestro punto de vista. Pero resulta que la ciencia ha evolucionado bastante
desde el siglo XIX.[9]
En
conclusión, si bien la globalización no es una ideología sino un proceso histórico
de carácter irreversible, el proceso globalizador por el cual se intenta
imponer un determinado modelo de desarrollo adecuado a los intereses de Estados
Unidos tiene, a mi juicio, un carácter definitivamente ideológico.
Septiembre 2004
[1]
Baylis, John & Smith, Steve. The
Globalization of World Politics. An
Introduction to International
Relations. Oxford University Press. Second Edition. New York. 2001. P. 7.
[2]
Stiglitz,
Joseph E. El malestar en la
globalización. Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. Primera Edición.
Buenos Aires. 2002.
[3]
Giddens, Anthony. The Consequences of
Modernity. Polity Press. Cambridge. 1990, p.64.
[4]
John Gray. False Dawn: The Delusions of Global Capitalism. Granta Books.
Londres, 1.999. Página 55.
[5]
Oxford Concise Dictionary of Politics. Oxford University Press. Oxford.
1996. Página 341.
[6]
Op. Cít. Stiglitz. P. 44.
[7] Glasman, Maurice. Unnecessary Suffering. Verso. Londres.1996. Página 101.
[8]
El modelo de
libre mercado anglo-sajón es una de las diferentes variantes que puede
adoptar la técnica
capitalista de producción. Otros
modelos como el escandinavo o la economía social de mercado de
Alemania o bien el modelo francés de
Estado fuerte, han sido en gran medida alternativas viables al
capitalismo de corte anglo-sajón que el
proceso globalizador del Consenso intenta imponer.
[9] George Soros. La burbuja de la supremacía norteamericana. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. Mayo
2004. Página 201.