Ni ideas ni convicción

por M. Gárate (22/04/04)

Los últimos días hemos sido testigos de un debate en torno al proyecto de royalty a la minería, propuesto por las autoridades del gobierno del Presidente Lagos. Su ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, eufemísticamente ha hablado de una “contraprestación”, haciendo ridículo lo que ya parecía incómodo. Las mineras prontamente hicieron ver su esperable posición, mientras el propio Presidente reconocía que esta era una medida solicitada y anhelada largamente por los partidos de la coalición, deslizando así la falta de convencimiento ante su propia propuesta.

Este artículo no trata sobre el royalty ni sobre las negociaciones necesarias para su aprobación en el Congreso. Por el contrario, trata sobre las formas que adopta la política cuando el norte es únicamente el pragmatismo ausente de ideas, y especialmente de convicción.

Hace un par de días fui testigo de una interesante entrevista a Marco Enríquez Ominami junto a su padre adoptivo, el senador Carlos Ominami. El entrevistador, Fernando Paulsen, preguntaba a Marco por sus diferencias respecto de la persona del presidente Lagos y su gobierno. Luego, Enríquez lanzó a la palestra un par de ideas interesantes, de las cuales rescato aquella que se refería a la falta de proyecto de la Concertación a diferencia de la UDI, a la cual no se puede dejar de reconocer la profunda convicción tanto de sus dirigentes, militantes e incluso simpatizantes. Pero Enríquez aseguraba que la Concertación, por el contrario, gobierna con ideas y sin convicción, lo cual sería la causa de su declinación electoral y su incapacidad de acelerar las reformas democráticas pendientes. En este punto no comparto la opinión del entrevistado. Por el contrario, creo que la actual Concertación tampoco gobierna con ideas, o al menos no con las propias, que viene a ser incluso más preocupante. De convicción, ni hablar, salvo cuando se trata de temas de alto “rating” como son el divorcio, la píldora del día después o el uso del preservativo.

Las elecciones de 1999 nos dieron algunas pistas respecto de las propuestas supuestamente progresistas de la coalición de gobierno. El proyecto de reforma laboral lanzado a fines de ese año tenía una fuerte carga electoral, tanto así que muchos de los propios senadores que lo votaron en el Congreso admitían privadamente estar profundamente en contra de la propuesta, aunque sabían que era necesario evitar “enemistarse” con sus potenciales electores e incomodar al candidato presidencial de la oposición. Para la derecha resultaba risible ver a los parlamentarios oficialistas argumentando públicamente sobre algo ante lo cual se intentaban justificar en privado. Triste espectáculo presenciamos. Se pueden ganar así elecciones, pero el adversario sabe reconocer al contrincante vencido cuando lo ve humillarse respecto de sus supuestas convicciones.

El proyecto de royalty viene a ser otro de esos “gestos” dirigidos a mantener la lealtad de los partidos y de “la gente”, aunque no me equivoco al apostar por la incomodidad de Eyzaguirre y Lagos al proponer una medida que, en palabras del empresariado minero, rompe las confianzas y cambia las reglas del juego. Trago amargo para una dupla que ha hecho todos los gestos posibles para congraciarse con la cúpula empresarial y dar pruebas de blancura en términos de teoría económica. Que duro debe haber sido para el Ministro de Hacienda disfrazar, ante la prensa y los agentes económicos, un impuesto y al mismo tiempo dar un giro cantinflero al bautizarlo como “contraprestación”. Sabe él, más que nadie, el hazmereir que hizo frente a sus pares economistas. Duras e incomprendidas son las tareas del funcionario, para quien la verdad está subordinada a las necesidades del poder ¿Esta es la seriedad de la que tanto dice sentirse orgulloso el gobierno?

Podrán criticarme por mi falta de visión táctica o incluso estratégica. Se podrá argumentar sobre las necesidades de la política en tiempos de elecciones, y es que estamos en plena temporada. Se podrá decir también que el objetivo de conservar el poder se ha logrado hasta ahora. Pero la UDI ha demostrado con creces su enorme éxito al dejar en claro que posee un proyecto, ideas y -sobre todo- convicciones. No comparto la mayoría de ellas, pero qué duda cabe de que las tienen. Por el contrario, el gobierno de los pragmáticos aleja a los electores y termina en la derrota política e ideológica.

Tanto el Presidente como el Ministro de Hacienda conocen las consecuencias de su jugada. Saben que hay una alta posibilidad de rechazo al proyecto por parte de los senadores de la oposición. Por otra parte, tienen clara conciencia de que estos no pueden rechazar el royalty sin arriesgar un alto costo político en un año de elecciones. La timidez de la propuesta (sólo aplicable a inversiones futuras y con un techo máximo del 3% de las ventas brutas de cobre) no descarta su aprobación. Se descorchará champaña y se enrostrará públicamente la mezquindad y el “yanaconismo” de quienes se hayan opuesto al proyecto. Pero no será difícil imaginar a senadores y funcionarios de gobierno asistiendo a cócteles y admitiendo ante empresarios, financistas de campaña y dirigentes gremiales, la incomodidad de haber votado un proyecto debido a presiones electorales. En la tienda del frente sonreirán, sabiendo que el futuro es de ellos y no de quienes justifican constantemente su accionar. Ya lo dice la sabiduría tradicional: no se puede servir a dos patrones.

23 de abril de 2004, M. Gárate. Grupo Propolco